El día de los muertos
A mi abuela
La recuerdo con su rostro de expresión amable
enmarcado por las crespas nieves de su cabeza,
y su mirada atenta, hecha de mieles rumanas.
Por las tardes, firme, de la mano me llevaba,
con su cansino paso de años apilados,
a dar largos paseos por la plaza del barrio,
buscando todo ese sol que le estaba faltando
a su piel de antiguos pergaminos delatores.
Le gustaba abrazarme fuerte, largamente,
como temiendo que fuese el último saludo.
En aquél tibio nido de muy delgados brazos,
más de una vez, he buscado urgente cobijo.
Su voz no era suave, raspaba como sus penas,
pero sus palabras eran tan nutricias
que, aún siguen siendo mi mayor tesoro.
Mi abuela, fue mi patria de la infancia,
esa, que forzadamente, tuvo que dejar atrás.
De grandes pérdidas, adioses y sus saberes.
Un compendio fue la herencia que nos legó,
sin despedidas, se fue de viaje , sin regreso.
No imaginó el enorme vacío que dejaría.
Un abismo interminable de sus ausencias,
oscurecieron, por un terco tiempo, mi horizonte.
Nela Bodoc - 2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario