lunes, 4 de noviembre de 2024

 


MEMORIAS DE NOVIEMBRE

 

En mis años de infancia cuando la vida me parecía una aventura extraordinaria, con sueños y realidades mezclados con el duro oficio de ser estudiante, obedeciendo mandatos que me parecían castigos inmerecidos, llegaba por fin el mes de NOVIEMBRE, que traía nuevos aires y reuniones que eran una caricia al cansancio del largo año de estudio y de los fríos que entumecieron mi corazón durante el invierno. Esa estación del año cargada de nostalgias del verano de playa y frutos maduros que me saludaban alegres desde los frondosos árboles fecundos.

El primer día del onceavo mes en nuestro calendario, había reunión de primos, tíos y abuelos, encuentro de abrazos y juegos que tanto ansiábamos. El jardín de la abuela Angelina era un arcoiris deslumbrante, donde las camelias, las hortensias y los claveles nos llamaban: ¡Apúrense que ya es momento de ir a visitar a los seres amados que se nos adelantaron en el viaje sin retorno!

Entonces, llenábamos un gran canasto con esas bellas flores mientras las madres preparaban delicias comestibles y salíamos todos rumbo al cementerio, por esa larga calle de tierra, jugando, saltando y riendo felices a limpiar y adornar las tumbas de nuestros familiares que ya vivían en otra dimensión en el gran universo, desconocido por los que quedábamos acá.

Para nosotros, los infantes era una fiesta ya que era casi la única vez del año que los primos nos reuníamos.

Para mi abuela, que ese día vestía riguroso luto negro era un día de recordación y lágrimas por sus hijos que habían emprendido el vuelo hacia el infinito siendo muy jóvenes.

Los nietos jamás entendimos su tristeza.

 

                                                               Ana María Muñoz - 2024



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