A la memoria de una amiga.
Querida Dora:
Mi gran admiración hacia usted es por su entrega de
vida, siempre dispuesta a la atención de su esposo y sus tres hijos. Todas las
horas del día marcaban su dedicación y amor en sus tareas domésticas.
Recuerdo cuando amasaba el pan en la batea de
madera, sus puños le daban sin descanso a la masa hasta que lograba la unión
perfecta de todos sus ingredientes. En
ese lugar la dejaba descansar y cuando ya estaba levada armaba los panes, los
depositaba en una mesa sobre manteles apropiados y los cubría con otras telas
blancas para que la masa tomara calorcito y se hinchara.
Yo solía ayudarla llevando la mesa al lado del horno
de leña previamente calentado. Con una larga pala de metal iba colocando los
panes en el horno al que después le cerraba la “boca” con una chapa que se
sujetaba con un palo y le tapaba la tronera con unas bolsas de arpillera
húmedas. Posteriormente venían las tortitas ¡era un manjar todo lo que salía de
sus manos.
También recuerdo como armaba las camas con tanta
prolijidad. Estas eran de bronce, apoyadas en un piso de tierra que se mantenía
regado y parecía de un material hermoso.
En su patio, donde se peinaba, tenía un espejo y una
cola de caballo donde enganchaba los peines.
La hora del mate era sagrada. Cuando llegaba del
trabajo Don Gregorio, su esposo, él disponía el brasero al medio de la galería,
o en la pequeña cocina en invierno y todos encima del calorcito; era una
maravilla.
Tenía un solo surtidor de agua, por supuesto que
fría, y se encontraba al ingresar al patio, primer lugar de la propiedad, a
varios metros de toda la casa. Allí cargaba los baldes que llevaba a la cocina
o al baño, que por esas épocas era una letrina.
Todo lo manejaba con gran disposición, y al término del día estaba
muy bonita con sus ojos verdes y su sonrisa satisfecha por todas las tareas
terminadas.
Janet- 2013
Gracias Janet, un hermoso recuerdo y una buena descripción de una linda persona.
ResponderEliminar