El túnel liso.
¿Qué harás en la
soledad, alma mía,
en la soledad total?
Sola contigo misma,
con tu
respiración,
con tus pensamientos
manipuladores,
con tus miedos.
¿Acaso te dejarás
vencer?
Sin un trozo de papel,
ni un lápiz desgastado.
Nadie, pero nadie,
podrá saber qué piensas, qué sientes,
y en ese momento te
darás cuenta de lo que viviste,
de las oportunidades
que aprovechaste o perdiste.
De las personas que ya
no verás, las que ya no abrazarás.
Te irás por ese túnel
y escucharás la música que está en tu mente,
ese túnel liso que no
te permitirá asirte
ni detenerte en el
trayecto.
Entonces, te animarás
a bailar esa música…
¿Te liberarás del peso
de ti misma?
¿Acaso bailarás el
vals del agradecido?
¿O te quedarás
contemplando cómo se descorre lentamente,
segundo a segundo, el
interminable velo del tiempo cruel?
El mismo verá secar
gota a gota los frágiles
hilos de sangre que
recorren tu cuerpo.
Alma mía, qué frágil
ha sido tu recipiente de barro,
ya ni el líquido de
tus lágrimas hará que retoñe el rosal de tu ilusión.
Sola, como aquel que
pierde la noción de su presente
y decide abrir la
puerta a su propio mundo.
¿O es que, acaso, al
fin extenderás tus alas
y te librarás del peso
de la ilusión
que te mantenía atada
al mundo de la incertidumbre?
Por ahora sigue
experimentando
en el mundo colorido
de la distracción humana.
Deja tu último latido
con la fuerza de haber vivido
y haber disfrutado de
su hermoso contenido.
Luisa
Rodríguez
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