Sexto
peldaño.
EL GOZO
El alma se ha hecho más y más consciente; consciente de
donde viene, de lo que cuesta superarse, de lo que anhela para sí y para toda
la existencia, de las sutilezas del ego por no perder su reinado. El alma va
haciéndose sabia en su “no-saber”. Ya está en condiciones de correr los velos
del temor, la ignorancia, la búsqueda de placeres mundanos que ya no la colman;
empieza a sentir el santo Gozo de saberse parte inseparable del todo, el Gozo
de estar consciente, de acercarse a la Divinidad, de poder ofrendar sus logros
al mundo. Nada produce más Gozo que el saber darse. Dar, cualquiera puede
hacerlo, incluso por motivos egoístas, pero darse es no medir, es perfeccionar
aún más el amor, es hacerlo mucho más puro. En ese éxtasis de amor el alma se
transforma en Gozo del mundo, porque lo transmite en todas sus formas. Aprendió
que no tiene valía el camino del sacrificio si no se hace con exultante Gozo. Y
ahora es Gozo verdadero para todo el universo, se transforma en la esencia
misma de ese gozo y hace más diáfano su amor. Porque ya no se deja envolver por
las mentiras del ego y empieza a sentir el placer de la libertad. A ser
consciente de esa libertad que consiste en ser lo que se es en esencia y
volcarlo todo al universo, empezando en su entorno, comprendiendo que todos
somos uno.
Del libro El Sendero, siete peldaños hacia la luz, de Rubén Ferrero – Editorial
Equinoxio – página 39 – Año 2016 – Con autorización del autor.
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