La
matriarca
Estábamos dentro de la casa en
Luján de Cuyo, afuera hacía frío, y en el amplio patio se encontraban Blaky,
Cachorra, Cachorrita, tres grandes perras que eran abuela, madre e hija. La
mayor dormitaba aprovechando los débiles rayos de sol de Junio mientras las
menores competían por el espacio en la cucha con forma de casita. De pronto las
dos jóvenes salieron como impelidas por una fuerza imperiosa hacia el cierre
perimetral de malla olímpica, ladrando furiosamente pues un pequeño cuis,
llamado en la zona conejito del cerco, se había atrevido a traspasar el límite,
quizás tentado por el pasto del jardín o el resto de alimento que las perras dejaban caer accidentalmente
en la zona donde eran dueñas y señoras.
Ante el amenazante ataque el
pequeño conejillo logró refugiarse en una pila de leña cortada en pequeños
trozos destinados a la estufa, mientras las perras ladraban furiosamente sin
poder alcanzarlo. Blaky, la matriarca, se dirigió hacia el tumulto sumando sus
ladridos a los ya existentes, mientras las otras trataban de hacer caer los
tronquitos para alcanzar su presa.
No pasó mucho tiempo hasta que eso
sucediera, y el pequeño roedor en lugar de huir hacia el cerco que él podría
atravesar y no así los canes, corrió hacia el interior del jardín, seguido por
un tumulto de patas y ladridos furiosos.
Adentro de la casa mirábamos la
escena impotentes, los niños desesperados por lo que veíamos y yo, la única
adulta, sin saber qué hacer, pues no podía precisar dónde se encontraba el conejito.
De pronto el escenario cambió,
Blaky irguió su cuerpo y elevó su cabeza por encima de las otras perras, y con
paso triunfante mostró su trofeo: de sus dientes pendía el frágil cuis. Las
otras perras le seguían unos centímetros detrás aun ladrando con bravura. Los
niños lloraban angustiados, pues todo hacía parecer que con una aspiración
podría tragarlo.
Así llegó hasta el cierre
perimetral, bajó su cabeza y colocó a la frágil víctima entre sus patas
delanteras, protegiéndolo de los embates de las jóvenes y permitiéndole que el
asustado roedor saliera fuera de la propiedad y del alcance de sus guardianas.
Los animales también tienen algo
para enseñarnos.
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