viernes, 18 de septiembre de 2020

 

La matriarca

 

Estábamos dentro de la casa en Luján de Cuyo, afuera hacía frío, y en el amplio patio se encontraban Blaky, Cachorra, Cachorrita, tres grandes perras que eran abuela, madre e hija. La mayor dormitaba aprovechando los débiles rayos de sol de Junio mientras las menores competían por el espacio en la cucha con forma de casita. De pronto las dos jóvenes salieron como impelidas por una fuerza imperiosa hacia el cierre perimetral de malla olímpica, ladrando furiosamente pues un pequeño cuis, llamado en la zona conejito del cerco, se había atrevido a traspasar el límite, quizás tentado por el pasto del jardín o el resto de   alimento que las perras dejaban caer accidentalmente en la zona donde eran dueñas y señoras.

 

Ante el amenazante ataque el pequeño conejillo logró refugiarse en una pila de leña cortada en pequeños trozos destinados a la estufa, mientras las perras ladraban furiosamente sin poder alcanzarlo. Blaky, la matriarca, se dirigió hacia el tumulto sumando sus ladridos a los ya existentes, mientras las otras trataban de hacer caer los tronquitos para alcanzar su presa.

 

No pasó mucho tiempo hasta que eso sucediera, y el pequeño roedor en lugar de huir hacia el cerco que él podría atravesar y no así los canes, corrió hacia el interior del jardín, seguido por un tumulto de patas y ladridos furiosos.

 

Adentro de la casa mirábamos la escena impotentes, los niños desesperados por lo que veíamos y yo, la única adulta, sin saber qué hacer, pues no podía precisar dónde se encontraba el conejito.

 

De pronto el escenario cambió, Blaky irguió su cuerpo y elevó su cabeza por encima de las otras perras, y con paso triunfante mostró su trofeo: de sus dientes pendía el frágil cuis. Las otras perras le seguían unos centímetros detrás aun ladrando con bravura. Los niños lloraban angustiados, pues todo hacía parecer que con una aspiración podría tragarlo.

 

Así llegó hasta el cierre perimetral, bajó su cabeza y colocó a la frágil víctima entre sus patas delanteras, protegiéndolo de los embates de las jóvenes y permitiéndole que el asustado roedor saliera fuera de la propiedad y del alcance de sus guardianas.

 

Los animales también tienen algo para enseñarnos.

 

        

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