jueves, 8 de octubre de 2020

 

EL HADA AZUL

La luz del mediodía era clara y el calor del sol amoroso y suave.

Amadora caminaba a su propio ritmo. Amante de lo armónico, por donde pasaba soñaba que el mundo se convertía. Donde había basura, ella veía bellos objetos artísticos.

Donde había un agujero ella veía cavernas infinitas en las que vivían duendes con simpáticos gorros. Cuando sentía ruidos ella escuchaba hermosas melodías de violines, arpas y violonchelos.

En su mundo había lugar para la presencia de todo tipo de seres. Claro que quizás eran solo visibles para ella.

Un día salió a dar un paseo, como tantos otros días, dobló en la esquina y emprendió el camino recto que tanto le gustaba. Pero ese día todo parecía haber cambiado, ¿O sería que antes no lo había visto?

Cada tanto el camino se conectaba a otros caminos que podía seguir y que la conducían a diferentes experiencias. En las esquinas había atractivos carteles que indicaban de qué se trataba cada uno. Algunos eran brillantes y ofrecían lujos y placeres. Otros ofrecían oro en todo tipo de formas. También había carteles anunciando las más deliciosas comidas.

Caminos que aseguraban conocimientos ilimitados. Otros prometían familias numerosas. O afirmaban el éxito profesional. A Amadora le parecía que eran infinitos los caminos posibles.

Ese mediodía una luz brillante le hizo detener su marcha. Era un hada azul, que la saludó con una reverencia y se dispuso para acompañarla en su paseo. Amadora sintió que su corazón saltaba de alegría. Siguieron caminando juntas, iban animadas por una charla exquisita, admirando las flores que se reían por las cosquillas que les hacían las mariposas.

Los árboles que unían a veces sus ramas sobre el camino para dar un poco de sombra.

Al llegar a un camino que no ofrecía nada, solo había un pequeño cartel en la entrada que decía PAZ, se detuvo. Miró al hada azul y le dijo con una sonrisa: “¿Vamos?”

Ariadna - 2020

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