EL HADA AZUL
La luz del mediodía era
clara y el calor del sol amoroso y suave.
Amadora caminaba a su
propio ritmo. Amante de lo armónico, por donde pasaba soñaba que el mundo se
convertía. Donde había basura, ella veía bellos objetos artísticos.
Donde había un agujero
ella veía cavernas infinitas en las que vivían duendes con simpáticos gorros.
Cuando sentía ruidos ella escuchaba hermosas melodías de violines, arpas y
violonchelos.
En su mundo había lugar
para la presencia de todo tipo de seres. Claro que quizás eran solo visibles
para ella.
Un día salió a dar un
paseo, como tantos otros días, dobló en la esquina y emprendió el camino recto
que tanto le gustaba. Pero ese día todo parecía haber cambiado, ¿O sería que
antes no lo había visto?
Cada tanto el camino se
conectaba a otros caminos que podía seguir y que la conducían a diferentes
experiencias. En las esquinas había atractivos carteles que indicaban de qué se
trataba cada uno. Algunos eran brillantes y ofrecían lujos y placeres. Otros
ofrecían oro en todo tipo de formas. También había carteles anunciando las más
deliciosas comidas.
Caminos que aseguraban
conocimientos ilimitados. Otros prometían familias numerosas. O afirmaban el
éxito profesional. A Amadora le parecía que eran infinitos los caminos
posibles.
Ese mediodía una luz
brillante le hizo detener su marcha. Era un hada azul, que la saludó con una
reverencia y se dispuso para acompañarla en su paseo. Amadora sintió que su
corazón saltaba de alegría. Siguieron caminando juntas, iban animadas por una
charla exquisita, admirando las flores que se reían por las cosquillas que les
hacían las mariposas.
Los árboles que unían a
veces sus ramas sobre el camino para dar un poco de sombra.
Al llegar a un camino
que no ofrecía nada, solo había un pequeño cartel en la entrada que decía PAZ,
se detuvo. Miró al hada azul y le dijo con una sonrisa: “¿Vamos?”
Ariadna - 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario