martes, 20 de octubre de 2020

 

CONTAR UNA ANÉCDOTA

 

 

El ejercicio de contar la anécdota sin que se supiera la finalidad, y luego escribir sobre ella, ha sido una experiencia interesante.

 

Narré que, rumbo al taller me vi demorada porque se había producido un incidente vial con la consecuente discusión de los que lo protagonizaron, y el corte del tránsito por unos minutos, hasta que apareció alguien a dar indicaciones para que circuláramos.

 

            Lo primero que descubrí fue  la diversidad de atención, ya que cada uno escribió sobre una faceta diferente. Algunos cambiaron el nombre del lugar, otros interpretaron que quien descendía de la camioneta era la persona que ordenó el tránsito, y así sucesivamente. Seguramente que yo, que fui quien contó la anécdota, no la haya escrito tal cual la conté.

 

Esto me da la pauta de que no siempre puedo escribir como hablo, ni como pienso, que tengo que hacer un verdadero esfuerzo para poder expresar con fidelidad lo que deseo decir. Tengo que usar mi imaginación, “ver” lo que esté en mi mente. De todos modos no puedo captar toda la realidad de lo que acontece a mí alrededor.

 

Lo bueno de la imaginación es que las cosas nunca han sido, son, ni serán como uno las imagina; pueden ser peor o mejor, pero no igual. Así es que he decidido gozar de mi imaginación en lugar de padecerla.

 

Por esto es que he disfrutado en gran medida del ejercicio, y he comprobado mi teoría, la posibilidad de que las personas percibamos las cosas de maneras diferentes. El problema se presenta cuando quiero que todos vean las cosas como yo las veo, así que de ahora en más, también disfrutaré de la diversidad.

                                              

                                                                                                                      AMI - 2011

 

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