Cuestión de
voluntad
Recuerdo la situación que me tocó vivir
en un viaje. Yo quería ir al baño y pedí a la azafata que me pasara la silla
pasillera para deslizarme en ella y así poder entrar al baño. Ella, la azafata,
me dijo que la silla estaba en el cubículo “donde duerme en este momento el
piloto” “¿Y quién maneja el avión?” – le pregunté acalorada. “Estamos con
piloto automático”-agregó, y le dije: “¡Uy, qué horror!” .La azafata se retiró
y yo me quedé pensando qué hacer y decidí ir al baño por mis propios medios.
Me tiré al piso y comencé a arrastrarme en cuatro patas como un gato. Por supuesto todos me miraban entre asombrados y estupefactos. Yo me dirigía resuelta cuando aparecieron un comisario y la azafata. Yo estaba tratando de subir al inodoro casi inútilmente porque el diseño no dejaba de dónde agarrarme y así lograr mi cometido e inmediatamente fui asistida. Coloqué mis manos a modo de gancho en el cuello del comisario y pude sentarme cómodamente. Aún recuerdo su cara colorada por el esfuerzo, todavía tendrá dolor de espalda. Seguidamente se retiraron y yo quedé tranquila en el sanitario. Al salir me esperaban con la silla pasillera para ser usada... ¡Por supuesto que habrían despertado al piloto!
¿Cómo me sentí? … Victoriosa por la
forma que demostré sin palabras que ¡Cuando se quiere se puede!
Susana Benenati - 2020
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