Canario Amarillo
La luz del mediodía inunda la sala de estar, reina el
silencio. Hundido entre almohadones en un gran sillón marrón, Manuel espera.
Asombra la calma que mantiene, normalmente un niño de siete años estaría
caminando por las paredes, muy inquieto.
El sonido de una cerradura es seguido por un mar de
almohadones cayendo al suelo. Manuel se queda parado expectante a la llegada de
su abuelo. Arturo entra en la sala lentamente, de una de sus manos cuelga una
jaula y allí adentro hay nada más ni nada menos que un canario amarillo. El
pajarito revolotea de un lado a otro y mira a su alrededor nervioso.
– ¡Abu!– saluda el niño – ¡Trajiste un pajarito!
Su abuelo deja la jaula en la mesa ratona y se sienta en el
sillón. Manuel se sienta a su lado y juntos miran al pajarito revolotear de un
lado a otro.
– ¿De dónde salió?
Arturo mira a su nieto, los ojos del niño brillan –Le vas a
tener que preguntar a él, Manolo - dice el abuelo y se va hacia la cocina dónde
la madre de Manuel estudia de un gran cuadernillo. Ella lo saluda y da comienzo
a una breve conversación, pero Manuel no está escuchando. Tiene los ojos fijos
en el plumaje amarillo del pajarito.
– ¿De dónde venís? –susurra luego de asegurarse de que ni su
madre, ni su abuelo lo estén escuchando.
El pajarito lo mira fijamente con sus ojos negros y luego se
revuelve las plumas con el pico, Manuel esboza una sonrisa. Se levanta del
sillón y corre a la cocina donde abraza a su abuelo y le dice por lo bajo, sin
que su madre lo oiga: –Dice que gracias, pero que quiere una jaula más grande.
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