viernes, 26 de febrero de 2021

 

LA POCIÓN

Tengo gustos no tan comunes, aunque algo vulgares; me tientan las mesas de ofertas de libros usados.

Ayer paseaba por la alameda y me detuve, como siempre hacía, ante una de las mesas de libros “dos por uno” y me tenté de un libro bastante voluminoso, una antología de autores totalmente desconocidos, cuyo ostentoso título era “LEYENDAS TRUCULENTAS”       

Apenas llegué a casa comencé a ojearlo y me pareció completamente aburrido y sin gusto ni técnica, a fuer de mi primer juicio. Frustrada, lo arrojé de bastante mal talante hacia un mueble, y de entre sus hojas amarillentas cayó un papel doblado en dos, aún más amarillento y de bordes oscurecidos por el tiempo. Al desdoblarlo pude ver que se trataba de una vieja factura de compra de una máquina de coser, fechada el 31/11/1917, el día de brujas, pensé, aunque deduje que en ese año de esa fiesta foránea no se tendría ni noticas por estas tierras. 

Al reverso de tal documento vi una receta escrita con una bella caligrafía inglesa, con la descripción de varios ingredientes y sus debidas proporciones. Al margen alguien había escrito un comentario con letra despareja que decía: “de la tía Eduviges, la desaparecida” y al final del listado de ingredientes la misma letra hacía mención: “No sé cuánto pueda durar”.

La lista de ingredientes no tenía casi nada muy especial, solo dos más o menos llamativos, como “pelos de bigote de gato negro” e  “hilos de telaraña esquinera”, lo demás eran hierbas y yuyos con los que estoy algo familiarizada, endulzado con miel. 

Afuera llovía pausadamente y la temperatura descendía, por lo que tuve la idea de hacerme unas tortas fritas para el mate, pero una vez en la cocina, al ver a Paco, el gato de la casa lavándose la cara, es que cambié de idea. Poco entusiasmado el pobre hizo su “donación” así como la araña del cuartito de limpieza adonde fui a repasar la reserva de hierbas. Conseguí la mayoría y otras las busqué en el jardín y hasta le pedí algunas a la vecina sin darle explicaciones. 

Así logré mi tisana. 

La colé en jarro de cerámica de esos que se usan para servir la cerveza, le agregué una cucharada de miel y tomé un pequeñísimo sorbito ¡Estaba riquísimo! Lo dejé sobre la mesa y retomé el libro ojeando cada uno de los cuentos allí publicados, y, sin darme cuenta, a cada ratito tomaba otro sorbo, hasta que llegué al final del recipiente. Nada llamó mi atención como para embarcarme en la lectura de algún cuento, por lo que me fui a la cama. 

Hoy me levanté liviana como una pluma de tan bien que dormí anoche, y marché hacia el cuarto de baño, y como siempre levanté la mirada a la imagen que el espejo normalmente devuelve, y que acostumbro saludar con un “Qué lindo día hoy, qué suerte tienes” o “¿Cómo dormiste anoche? Parece que tienes resaca” o engañándome con “Hoy estás muy bella, fresca como una lechuga”, pero esta vez fue distinto, pues mi imagen no se presentó. No sé por qué miré para atrás esperando que viniera aun de camino, la muy perezosa, y no estaba. Traté entonces de abrir la canilla para lavarme los ojos ¡Y no vi mis manos! 

Presa de pánico corrí a ver la nota y, como un letrero luminoso, llamaban mi atención las dos frases de letra despareja: “De la tía Eduviges, la desaparecida” y, la que me parecía muy angustiante “No sé cuánto dura” 

No sé si pasaron minutos u horas, pero me fui calmando y le fui encontrando una veta divertida a la situación, pues como nadie me veía podría introducirme en el lugar que quisiera sin que los demás se percataran, así que comencé a proyectar salidas. Para que no me vieran tendría que salir sin ropas. Me saqué el piyama y salí al jardín y los pájaros que comían semillas ni se percataron de mi presencia por lo que yo tenía que cuidar de no pisarlos.

Volví al interior de la casa y comencé a hacer mi lista de lugares a visitar: el convento de clausura, la cárcel, el burdel, el casino… pero, ¿Qué puede pasar si me hago visible en una de esas visitas, sin ropa encima?

 

                                                                                                 Marta - 2020

 

 

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