Elocuente
Un jovencito de unos 13 o 14 años, vistiendo impecable uniforme
escolar, entró a un kiosco y sin saludar se dirigió directamente al mostrador,
tomó el encendedor que estaba sujeto de un cable para el uso de los fumadores,
encendió un cigarrillo armado a mano que esparció un fuerte olor a marihuana y
dando media vuelta se dirigió a la salida. Incómodo, el dueño del negocio le
increpó: “A tu edad no debieras estar quemándote la vida así, qué va a ser
de vos cuando seas grande…”, a lo que el jovencito con cara de amargura y
como quien se digna a contestar “para tapar la boca” dijo: “Deme una sola razón válida para vivir y dejo de fumar.” Volvió a girar sobre sí mismo y partió dejando
algo más que el fuerte olor de su cigarrillo.
Ese ha sido el
discurso más breve, descriptivo y estremecedor que he escuchado de esta
sociedad apocalíptica que hemos creado. Me pregunto qué haría yo si supiera que
mañana termina el mundo, y la única respuesta que encuentro es vivir ahora todo
lo más intensamente posible y
satisfacer la mayor cantidad de deseos.
Marta
Ibáñez - 2009
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