Dialogo
Encuentro de
Teresa y Teresita
Yo hoy – Hola
Teresita ¿qué estás haciendo?
Teresita – Nada.
Dibujos en la tierra. ¿Quién sos? No debo hablar con extraños.
Es una tarde
calurosa, en una finca de la hermosa San Rafael. Teresita es una nena de seis
años, delgadita, muy blanca y rubia, con dos trencitas en la parte de atrás de
la cabeza, ojos verdes, en parte de mirada triste. Vestida con una jardinera
color beige y una blusita blanca debajo, zapatillas azules de cordones blancos.
Está cerca del cauce de una acequia por la que no corre
agua. A su lado, un bellísimo perro Gran Danés, blanco con numerosas manchas
negras. Es evidente cuanto se aman los dos. Se acompañan, juegan, se cuidan
mutuamente. El perro tiene un ojo celeste y el otro negro. Es soberbio.
Yo – Soy vos
dentro de setenta y dos años.
Teresita –¡Que
vieja, que fea, no te pareces a nadie, ni a mí!
Yo –Me parezco a
mí misma y tal vez un poquito a vos.
Teresita - ¿Sos
feliz? Tenés cara triste.
Yo –Tenés razón,
estoy triste.
Teresita - ¿Por
qué estás triste?
Yo –Una sobrinita
nieta, muy parecida a vos, está enferma, muy enferma.
Teresita - ¿Qué
tiene? ¿Por qué se parece a mí?
Yo – Tiene 17 años
y un cáncer que avanza y no sabemos cómo detenerlo.
Teresita -¿Por qué
se parece a mí? ¿Qué es cáncer?
Yo –Es hija de un
hijo de tu hermana.
Teresita - ¿Mi
hermana tiene hijos?
Yo – Ahora sí.
Tuvo cinco hijos, uno nació muerto. Esta nena es hija del menor.
Teresita –No
entiendo nada, ¿Para qué venís? ¿Qué querés?
Yo –Yo tampoco entiendo,
me dijeron que viniera ¿Vos sos feliz?
Teresita – Si, ¡bah!,
no sé. Me encanta vivir aquí, trepar a los árboles, correr, andar a caballo,
jugar y abrazar a mi perro Tigre. Hoy, pobrecito, le pegaron porque me defendió
a mí. Son malos los grandes.
Yo - ¿Qué querés
ser cuando seas grande?
Teresita –No
quiero ser grande, no me gustan los grandes, son malos, aburridos. Se creen que
todo lo saben mejor que nadie, viven dando órdenes, diciendo como debe ser
todo. Son los dueños de todo.
Yo –Es inevitable
crecer y un día serás como yo.
Teresita –No me
gusta, no quiero, prefiero morirme antes. ¿Por qué te preocupa que tu sobrina
se muera? ¿Es tan fabulosa tu vida que querés que ella se ponga vieja, fea y
triste como vos? ¿Acaso es mentira lo del Cielo, como es mentira lo de los
Reyes Magos y el Ratón Pérez?
Y Teresita empezó a levantar la voz y a llorar cada vez más
fuerte. Tigre levantó sus orejas caídas,
se puso de pie y fue hacia ella, colocó su enorme cabeza encima de la espalda
arqueada por el llanto de la niña. Y Teresa retrocedió, Tigre no la reconocía
de vieja y Teresita le gritaba cada vez más fuerte.
Teresita –¡Andate,
no quiero oírte, andate, no sos ni amiga, ni madre, ni hermana, ni tía, ni
perro, ni gato, no sé qué sos! ¡Me obligás a ver lo que no quiero ver! ¡Quiero
ser y vivir lo que ahora soy y vivo! ¡Andate, no te quiero oír!
Y Teresa fue retrocediendo y avanzando en el tiempo y llegó
hasta hoy, ahora.
Tenía razón Teresita. ¿Acaso su vida había sido tan
maravillosa? ¿Acaso no creía en las otras dimensiones? ¿Por qué tanto dolor? Si
tal vez esa sobrinita hermosa de 17 años, ya vivió y aprendió lo necesario y
partiría a dimensiones mejores, más bellas, más dulces, más justas. Y algún
día, tal vez se unirían Teresa y Teresita, con Tigre y tantos otros, para
volver a ser libres en otras luminosas dimensiones. Fincas sin amos, sin
cazadores, con unicornios, búhos, las bandadas de catas gritando y comiendo en
paz...
Y cada una siguió en su etapa de vida. Cada una con sus
sueños, sus deseos, sus dolores y sus esperanzas. Teresita disfrutando a su
Tigre y Teresa con tantos recuerdos amados y muchos sueños muertos.
Que nunca falten los sueños.
Unicornios blancos, azules y verdes. Sueños, muchos sueños.
Teresa
Columna 2020
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