lunes, 28 de marzo de 2022

 

LA TIA ORFELINA

 

Era tía de mi padre, o sea, era mi tía abuela y era muy viejita y aunque vivía en otra ciudad, siempre nos visitaba. Le gustaba cocinar y mi madre era feliz entregándole sus ollas y así librarse de hacer la comida, tarea que nunca fue de su agrado.

La recuerdo con un cigarrillo siempre en su boca, de vez en cuando lo asía entre sus dedos y aspiraba, luego expulsaba una bocanada de humo que a mí me parecía asqueroso y creo que ella lo disfrutaba. Yo la miraba esperando el momento de ver caer la ceniza sobre las papas que ella pelaba y que más tarde serían el puré que comeríamos; pensaba ¿qué sabor tendría la comida con ceniza? Bien, el asunto es que para ella era de lo más común andar todo el día con un “pucho” en su boca.

Hablaba mucho y contaba historias muy graciosas como cuando viajó en barco en medio de una tormenta y, muy asustada, se encomendó a todos los santos, ella, que no sabía el nombre de ninguno solo repetía: “Santos, santitos, no dejen que naufraguemos en este barquito” lo decía con tanta gracia y con su cigarrillo en la boca que mis hermanos y yo reíamos a carcajadas.

Mi tía abuela estaba siempre contenta y era cariñosa con todos, sus historias eran todas verídicas, según ella, pero nadie le creía. Tenía muy buena salud, era muy flaquita pero fuerte como nadie, viajaba sola y fumó hasta sus últimos días de vida, que fueron muchos.

Hoy la recuerdo con mucho cariño.

 

Ana María Muñoz – 2022

 

Consigna: “Sacudiendo el árbol genealógico”  

 

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