No hay mal….
-No hay mal que por bien no venga- reza un conocido dicho. A
mí me resultó muy cierto.
Esa mañana estaba por salir en mi bicicleta para ir al
centro que está a unos ocho kilómetros de mi casa.
Tenía que hacer un trámite algo complicado que requería
cierta documentación importante y no había reunido, aún, todos los papeles.
Estaba un poco desconcentrada y algo desordenada. Tal vez
porque es una tarea que me desagrada, siempre trato de evitar cualquier tipo de
trámite. Algo había alcanzado a preparar la noche anterior, pero me faltaba un
documento, el más importante. Lo busqué en el lugar donde guardo normalmente lo
que es de cuidado, y no estaba allí. Busqué y busqué, revolví, como quién dice,
cielo y tierra….y nada. No dejé escritorios y cajoneras sin revisar.
Este trajín me llevó más de media hora. Me tiré sobre la
silla, exhausta y enojada conmigo misma .Miré la hora, se me estaba haciendo
tarde, iba a perder el turno que me habían dado.
De pronto sentí una ligera brisa que pasó por mi cabeza como
si hubiese sido una sutil caricia, fue
un gran alivio.
Una voz en mi cabeza, que no era mía, me decía que no debía
preocuparme, que lo podría resolver en otra ocasión. Y me relajé totalmente.
Pensé en aprovechar lo que quedaba de la mañana en hacer las
compras de la semana.
Cerré la puerta de la reja de mi casa, me puse el casco y me
monté a la bicicleta. Sentí un ruido y un movimiento extraño. Y, como en cámara
lenta me iba cayendo. Se había quebrado la vela y se abrió el cuadro de la
misma.
Si no hubiera tenido la reja cerca, de la cual me sostuve,
podría haberme lastimado seriamente. Todos los contratiempos anteriores
sirvieron para evitarme un hecho grave.
Mi ángel de la guarda me protegió y le dí las gracias.
Ese mismo día encontré el documento tan buscado. Estaba
sobre la mesa del comedor, tan visible que parecía estar llamándome. Y una gran
sonrisa se instaló en mi cara.
Nela Bodoc -
2022
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