EL TECHO DEL MUNDO
¡Es
tan maravilloso estar en este lugar! ¡El techo de América! Eso dicen del
Aconcagua, pero esa debe ser la parte más alta del techo, y esta la más baja,
pero ambas son parte del techo ¡Já, qué buen chiste! ¡Lástima que no tengo con
quien compartirlo!
Uno
podría pensar que aquí todo es silencio, pero en realidad no es así, sólo que
no es el ruido al que se está acostumbrado, pues oigo el viento, que la verdad, ya me está
cansando, y también oigo crujir la nieve acumulada, como si me quisiera hacer
entender que ella decide en cualquier momento deslizarse y mandarme
directamente hacia la base sin escalas, salvo que algún afilado peñasco sirva
como estación intermedia donde hacer una dolorosa parada ¡Otro buen chiste, se
ve que la escasez de oxígeno me agudiza el ingenio. También oigo crujir la
profundidad del hielo, debe ser su movimiento interno, pues según he leído los
glaciares siempre están cambiando internamente, parece ser que él también
quiere hacerme sentir su poderío, a mí, insignificante hombrecillo que ha osado
hollar con su insignificante pie su lomo colosal, acechándome como cuando uno duerme en verano y espera a
que el mosquito se asiente para intentar matarlo de un manotazo.
¡Si
pudieran verme ahora los de la oficina! ¡Se morirían de envidia! Ellos estarán
todos hartos de calor. Imagino al Gordo Álvarez, siempre resoplando, hecho un
elefante marino tirado en la arena de Mar del Plata, con su infaltable radio y
su refresco de cola, haciéndose el gracioso con las chicas bonitas de los
alrededores cuando la mujer no lo vigila.
Y el Petiso Pérez, estará haciendo horas extras para congraciarse con el
jefe, él siempre se toma las vacaciones en marzo, el muy chupamedias, cuando
todo el mundo esté de cabeza trabajando se tomará sólo unos días, si es que no lo necesitan, y los demás días los
seguirá acumulando, nadie sabe para qué. Y la “señora” de López, ¿adónde estará
ahora pintándose las uñas?, porque en la oficina es su trabajo más eficiente,
pobre López, si en su casa es tan eficiente como en la oficina. Y
Hermoso
todo desde aquí, la verdad. Y cumplido el sueño de toda mi vida. Me acuerdo
cuando era chico y veía la montaña desde la azotea de nuestro edificio, y que
cuando íbamos al Cerro de
Ha
valido la pena tanto esfuerzo y tanto
entrenamiento, he podido hacer esta hazaña con total seguridad. Recuerdo cuando
era chico y era el hazmerreír de mis primos porque ellos eran más grandes, y
más brutos, reconozcámoslo, que siempre se burlaban de mí. Y lo mismo en la
escuela y en el club. Pero yo me juré que algún día haría algo que ninguno de
aquellos boconazos podría hacer, y lo he hecho, creo que con esto les demuestro
a todos mi superioridad sobre ellos.
¡Oh! ¡Por
Dios! ¡Estoy en un momento muy especial, que se da a muy pocas personas y lo
único que se me ocurre es criticar! ¡Debe ser la falta de oxígeno!
Gracias Dios
mío, por éste momento de Comunión contigo, por asistirme hasta aquí y te pido
lo hagas hasta que esté a buen resguardo del Campamento Base. Y sobre todo, te
agradezco que no prestes oídos a todas mis estupideces, pues soy tan sólo un
pequeño hombrecillo con una bolsa de resentimientos. Gracias a Ti, Padre mío.
Amén.
Asunción Ibáñez - 2011
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