lunes, 13 de marzo de 2023

 

El libro perdido

 

Mi prima Marga y yo, en la parada del micro de larga distancia, esperando que  colocaran  nuestras valijas en la baulera. Nos íbamos a la playa con su mamá, mi querida tía Maty. Nos sentamos tranquilas, eran varias horas y a veces hacia frio por eso siempre llevaba un abrigo para taparme las piernas durante el viaje. Me encantaba cuando paraba para comer algo, un sándwich o un alfajor con café calentito.

Al fin llegamos a la casa que habían alquilado, un chalet antiguo con una propietaria mayor que se llamaba Engracia, pensé nunca habría un nombre tan mal puesto, porque la mujer no tenía ninguna gracia, era alta, delgada, con el pelo blanco al descuido, su cara parecía estar un poco enojada, curtida por el sol, con pocas palabras y poco humor, pero nos trató y saludó con respeto.

A mí me tocó dormir en el altillo. El problema era a la mañana cuando intentaba sentarme en la cama y me chocaba la cabeza con el techo. Pero lo lindo era a la noche cuando me estaba durmiendo escuchaba el sonido del viento en las hojas de los árboles y el mar que por estar en el primer piso se oía mejor. Los días de lluvia nos íbamos al kiosco a buscar revistas, aún recuerdo el aroma del papel nuevo que tenían. Pero ese día me quedé allí y vi el galpón del fondo abierto, no había nada en particular, solo unas cajas con herramientas y otras con ropa.

Me llamó la atención un montoncito de papeles viejos y revistas como para quemar, estaban en la tierra, junto con otras cosas de descarte, allí había un libro de poesía, lo tomé entre mis manos y al leer algunas me di cuenta que eran de gran belleza así que lo llevé a mi pieza para disfrutarlo. Ese libro me acompaño muchos años, recuerdo que, en el comercial, cuando teníamos hora libre, les  habré leído algunas a mis compañeras.

Hoy me dio ganas de revivir esos momentos de placer y fui a búscalo a la biblioteca, revisé varias veces los estantes, pero nada.

-No puede ser, nunca salió de casa.  Me casé, cambié de país, tuve hijos varones y  ¿dónde está? - Nunca me atrevería a prestarlo. Creo que fue el año pasado que lo vi por última vez y disfruté de una mirada rápida de él, o tal vez lo haya soñado… y no fue así. Pensé que tal vez se fue buscando otra mirada joven que tejiera su imaginación con el entusiasmo del primer amor, tal vez fue una despedida, pero aquí el libro no está… ¿lo habré perdido?

 

Mirta Fernández – 2022

 

Motivación para el trabajo: Pensar en algo que hayamos perdido por distracción o despiste

 

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