jueves, 12 de octubre de 2023

 

Ensayo

 

Riqueza

En una reunión familiar surgió el tema de la riqueza. Algunos de los presentes consideraban que como “la riqueza no hace la felicidad” se podría  tener grandes  cantidades de bienes materiales y dinero y aun así no ser feliz, y otros se apoyaban en el dicho algo más popular en nuestros días, que dice que “El dinero no hace la felicidad pero calma los nervios”. Una de las personas presentes, señora de casi ocho décadas,  dijo: “Yo he sido inmensamente rica en mi vida”. Todos la miramos con curiosidad, pues es una persona con ingresos modestos que vive de acuerdo a ellos mediante un trabajo consciente de mantener sus cuentas equilibradas.

Ante el silencio que llegó tras su afirmación, con una pícara expresión explicó: “Siempre hubo comida en mi mesa, libros en mis estantes, medicinas en mis enfermedades, amor en mi familia, solidaridad en mis vecinos y fidelidad en mis amigos. No necesité grandes cantidades de bienes para lograr tan inmensa riqueza.”

  La reunión dio un giro importante, de pronto todos los presentes comenzamos a evaluar las palabras  “riqueza” y “ganancia”.

Riqueza es un estado, no de conformismo ni de aceptación impuesta por las circunstancias, sino de agradecimiento permanente por los dones recibidos y de desapego a los bienes materiales, que pueden ser muchos o pocos. Se trata de la relación que tengo con ellos, pues tenerlos no significa poseerlos, sino usufructuarlos con respeto por el bien en sí mismo.    

Cada persona puede generar riqueza, y de hecho la genera en la medida que es consciente de sí, de sus necesidades, las de su entorno y las del contexto en que habita.

Ser consciente de mí no significa ser el centro del Universo, sino tener conocimiento de las necesidades reales que tengo como ser humano responsable de mi cuerpo, de mi mente y de mi espíritu.

Responsabilizarme de mi cuerpo es comprender que ese es el vehículo con que debo transitar mi existencia, y que del trato que le dé a ese vehículo depende el estado en que este se mantenga, y que de dicho estado dependen mi salud, mis capacidades físicas y emocionales, es decir, las energías con que cuento para vivir cada etapa armónicamente.

Así como al cuerpo físico tengo que tratarlo bien, con buena alimentación, sin excesos, atendiendo su higiene y salud, a la mente debo darle una importancia y atención  semejante.

No soy mi cuerpo, pero tampoco soy mi mente. Comprender que son los instrumentos que tengo para desarrollarme armónicamente me lleva a hacerme responsable de su alimento y de su ejercitación.

En una sociedad que nos ofrece constantemente escaparnos de la realidad circundante y, por consiguiente, de la realidad interior, deberíamos estar atentos a no seguir los cantos de sirena, sino saber qué es lo que buscamos y guiarnos hacia ese punto. Una de las formas que podemos optar es elegir lo que alimenta nuestra mente, escogiendo conscientemente las lecturas, las películas, los divertimentos. Y la herramienta a nuestro alcance para discernir es la detención, auto observación, y, especialmente, la meditación.

La mente y el cuerpo son los vehículos del espíritu.

                                                                              Asunción – 2007

 

 

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