Fabula
Un canario
El canario vivía encerrado en su jaula. Cantaba y cantaba
añorando poder volar. Todos a su alrededor creían que era feliz.
El perro pensaba y se decía: ”No tiene que llamar a los
dueños cuando se oye un ruido extraño, ni procurarse la comida. Tiene todo
servido sin hacer una sola gracia”.
“Bueno pero canta”, acotaron los pececitos de colores que no
tenían paz ni sosiego, siempre de aquí para allá, quizás en una búsqueda
irracional de un horizonte más amplio que la pecera, que ellos creían que era
un inmenso mar.
¿Cómo serán los bosques? Pensaba el canario y trinaba aún
más fuerte como si con su gesta cantante pudiera atraer los bosques hacia él.
“¿Qué habrá allí entre los árboles?” Interpelaba el pajarito, más nadie entendía
el lenguaje canaril y no había respuesta.
“¡Qué pena y qué tristeza! -pensaba la cotorrita azulada- se
desvive gritando y no logra articular una palabra! -y la cotorra gritaba- hola
soy Moni”, a ver si el canario lograba decir algo, pero no, no había caso. No
hablaba. Ese compadre emplumado y amarillo no era como ella. No articulaba
palabra.
“Quisiera ver los árboles y sentir el viento alborotando mis
plumas” -gritaba Don Canario. Los dueños de la casa felices, no sabían de dónde
había salido este pajarito, pero amaban su canto
No quería ser pesimista ni triste, porque le saldría un
falsete. Pero seguía añorando huir de la jaula y a saltitos pequeños se
acercaba a la puerta y la picoteaba hasta quedar sin fuerzas. Tomaba agua,
volvía al canto y al picoteo.
Así pasaba sus días aquel pajarito. “NO PROHIBIRME” era su
lema, buscar la medida para ser protagonista de su libertad. ¿Era optimista?
Tampoco. Era así.
Clara Molina
- 2023
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