jueves, 7 de diciembre de 2023

 

Cuento fantástico

 

La obsesión y la deuda.

 

En el año 1978 la doctora Miranda Davis se encuentra en el museo de El Cairo realizando estudios sobre la momia del faraón Neferet, sucesor de Amenofis IV, o Akenatón. Su entusiasmo por el Egipto antiguo la había acompañado durante toda su vida, y a pesar de su juventud había acumulado gran experiencia en el tema y profundizado especialmente el período del reinado de Akenaton, quien produjo en Egipto una profunda revolución religiosa al imponer el monoteísmo sobre el politeísmo existente hasta ese momento sostenido por el poderoso clero del Dios Amón.

Por los escritos antiguos supo que Nefertitis había sido la reina en aquel periodo y que había dado a Amenofis IV seis hijas, a la tercera de las cuales casó con Tutankamón, hijo del mismo faraón con una favorita, y que ambos sucedieron en el trono a Neferet, pero una pregunta surge como una idea extraña ¿Quién fue ese faraón y qué fue de Nefertitis en ese período? Pues los últimos años de vida de Amenofis IV co-gobernó con ella ¿Podría, acaso, haber sido Neferet y Nefertitis una misma persona? Si su sospecha era cierta, Egipto habría tenido una mujer como faraón.

 La doctora Davis realiza todos los estudios que están a su alcance para demostrar su teoría. Logra someter a la momia de Neferet a todos los análisis posibles con los equipos e instrumentales más avanzados. Apasionante búsqueda que va dando respuestas afirmativas en importante porcentaje de que se trataba de una mujer que había muerto asesinada de varias puñaladas. Al parecer la mano de la momia, desaparecida 150 años antes, evidencia haber sostenido en un puño el cetro con el que eran sepultados los faraones. ¿Una mujer faraón?

Cree poder demostrar con esto que Nefertitis habría cambiado su nombre por el de Neferet al suceder a su esposo en el trono. Mas la comunidad científica e intelectual no dan crédito a su teoría. Esto parece no afectarle mayormente en un primer momento, y sin dificultades continúa su trabajo e investigaciones como antropóloga, pero lamentablemente va sumergiéndose en un pozo depresivo, acompañado de alergias que atacan su organismo sin piedad.

La medicina no la calma. Recurre a la psicología y por último a la psiquiatría. Su `siquiatra no logra solucionar su problema, por lo que le recomienda al Dr. Fresno, quien trata a pacientes con síntomas incurables mediante regresión a vidas pasadas. Grandes dudas la atormentan durante un tiempo pues la teoría de la reencarnación choca con su mente científica, pero acepta ante la persistencia de sus síntomas y que su incapacidad progresiva para trabajar, tanto por sus estados de angustia como por el comportamiento de su entorno, donde los comentarios de que su enfermedad deriva de su orgullo herido la excluye de los círculos más ortodoxos, mas el fantasioso rumor de que la habría alcanzado “la maldición de los faraones” le hace difícil su relación con los menos conocedores de la materia.

Los “viajes” a vidas pasadas a través de la hipnosis, de la mano experimentada del Dr. Fresno le muestras muchas cosas de su actual carácter. Algo llama la atención del psiquiatra: en todas las vidas que incursiona la paciente había sido mujer, en cada una había sido infeliz, esclavizada, sometida, torturada, y en muchas había tenido un final violento, pero siempre rechazaba, aun hipnotizada, remontarse a los años en que Nefertitis había vivido.

Estaba convencida que el comportamiento de su inconsciente se debía a la negación de volver a sufrir aquella horrible muerte que mostraban las heridas de la momia, es decir, estaba muy segura de que alguna vez fue la hermosa reina del Nilo.

Eso le permitió trabajar hasta vencer sus bloqueos y así, en una sesión que parecía que sería como las demás, se vio en el palacio de siglos atrás, y vio a Nefertitis, o Neferet como se llamaba desde hacía tres años, avanzar hacia él, hombre en esa vida, totalmente confiada, ya que era su guardia personal, nombrado por el Sumo Sacerdote del Templo de Amón, y a quien juró defender con su vida.

Sintió su propia ira, vio su mano alzarse con un estilete y apuñalarla hasta acabar con la vida de la hermosa reina. No podía soportar a una mujer en el trono, menos a esa que demostró ser capaz de reunificar Egipto después de que se produjera una ruptura ante el monoteísmo impuesto por Akenatón; su odio y su envidia le dieron fuerzas para su traición.

El Dr. Fresno le lleva hacia adelante en esa vida, y se ve muriendo arrepentido, pidiendo a los dioses que le permitan purgar su falta y, de algún modo, pagar la deuda con su víctima. Sale así del trance, capaz de afrontar la vida y sabedora del motivo que tiene para la profesión y la pasión que abrazó.

Asunción Ibáñez – 2004

 

 

 

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