REGALO DE
NAVIDAD
En medio de una fuerte tormenta
nívea en la gélida estación invernal en Quebec, Canadá, estaba un abuelo
limpiando las botas embarradas de su nieto que llegaba de la escuela, cuando su
perro, un hermoso labrador, se escapó corriendo calle abajo. Él lo llamaba
silbando y gritando; pero no regresó ni escuchó sus desesperados llamados.
Yo miraba desde mi ventana en la
vereda de enfrente, cómo el anciano muy desconsolado intentaba hacerlo
regresar, todo fue inútil.
Entonces tuve una idea, era la
hora en que mi hijo regresaría del trabajo. Lo llamé y le conté lo ocurrido
para que se fijara si lo veía por ahí y tenía la suerte de encontrarlo y
traerlo donde su angustiado amo.
Era el momento en que el sol se
estaba marchando y las penumbras cubrían la ciudad, el tiempo pasaba y me puse
muy nerviosa ya que mi hijo tardaba en llegar y pronto sería de noche. Pasaban
los minutos, que a mí me parecían horas, empecé a preparar la cena para calmar
los nervios, en eso estaba cuando la bocina del vehículo de mi muchacho me
sobresaltó, fui de prisa hasta la puerta y allí estaba él con el labrador a su
lado.
Cruzamos la calle y golpeamos la
puerta del vecino, nos atendió el nieto, quien enseguida llamó a su abuelo.
Cuando él apareció y nos vio con
su perro, lloraba de emoción y agradecimiento, el perro lo abrazó y le lamía
por todos lados, feliz de verlo.
-Este es mi regalo de Navidad,
es lo más grandioso que podrían regalarme. Muchas gracias vecinos- nos decía
entre sollozos.
Era la noche del veintitrés de
Diciembre, hacía mucho frío, volvimos a casa y cenamos felices, mi hijo me
contó que anduvo buscando el labrador por mucho tiempo; porque pensó que si no
regresaba el anciano moriría de tristeza.
La alegría del anciano fue un
regalo para nosotros también.
Ana María
Muñoz – 2023
Consigna:
Recibí un regalo que no tiene precio ni se compra en negocio alguno.
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