Madre
Yo parí a mi mamá, no sabía
cuidarme y me abrigaba de más; tenía miedos terribles por todo y por todos y me
apretaba en el hogar. No podía hacer gimnasia ni correr. Apenas ir a la
escuela.
Tuve que enseñarle cosas: que no
sirve temer todo, ni quedarse en casa encerrada sin amigos, ni vivir sólo para
casarse.
Mi galería de recuerdos se
amplía al infinito. La armonía recóndita de nuestro hogar coincide con sus
gustos: viajar en tren y ver partidos de básquet en las noches de verano con mi
papá.
La formación más viva del
recuerdo, se forma como una nube, vuelve a mí, se instala en mi corazón y me
rodea entre sus jirones.
Y yo me pregunto por el destino
que entretejió nuestras vidas como madre e hija.
Esa nube vive en mí, lo mismo
que un ser, la presencia de una inmortal mujer señalada por el destino glorioso
que nos unió. Ese tejido se expande y ella está ahí enredada entre risas y
espejos viejos que me devuelven la imagen de los miedos y tristezas, de los
viajes y del básquet, de su unión con mi papá, de su amor por sus hermanas, es
decir de la vida, de mi vida, siempre codo a codo con su imagen y silencios,
con corazones que no paran de seguirme, con presencias mágicas que encienden a
mi memoria en loca unidad de una ronda que me cae el cielo.
Así era mi madre, así sigue
presente con su presencia perenne en mi vida.
Clara
Molina -2023
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