viernes, 30 de agosto de 2024

 

La gata y la torcacita

 

Una tarde de invierno, el jardín está hermoso y la familia está reunida como cada domingo.

Isabella, la nieta mayor, está sentada en la mecedora, concentrada en la escritura de su diario. Para ella es algo nuevo y disfruta contar su cotidianidad en esas bonitas páginas. A su lado la acompaña su gatita mimada, la nota intranquila. Está agazapada bajo la mesa de piedra y en actitud acechante. Isabella observa y no lejos de ahí, al pie del pino, nota a una torcacita pequeña muy quieta. Se para e intenta hacerla volar por temor a que Agatha, la gatita, la ataque, pero la torcacita no se mueve. Ella corre hacia la cocina y avisa lo que acontecía en el jardín. Todos salen y dan muchas opiniones: “¡Encierren a la gata!”, “La torcacita está herida”, “Habrá caído del nido”. Intentan atraparla, pero se escapa apurando el paso.

Isabella es la más preocupada, confía en que su gatita no le hará nada. La torcacita se ve detrás de unos vidrios enormes y la gatita la espera de un lado y de otro. La niña se queda cuidando, pero confiando que todo saldrá bien. Encerrar a la gatita no es solución pues se escapa por los techos, además, está convencida que no le hará nada.

Llega la noche y todos se van a dormir. A la mañana siguiente Isabella llama a la abuela y le cuenta que aprendió una lección. Pese a ser su gatita mimada, lo salvaje lo lleva dentro, su mamá al limpiar encontró el cuerpo inerte de la torcacita bajo la cama.

 

Elisa Alzerreca – 2024

 

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