lunes, 16 de septiembre de 2024

 

Leyenda

 

                                               El deseo de Lucía

 

Lucía es una niña de 5 años. Cada mañana, cuando baja al comedor a desayunar, su papá enciende el televisor para ver la hora y la temperatura, eso dice, pero es la hora del primer noticiero, y ella ve que hay mucha gente mala en el mundo.

Cuando quiso hablar con su mamá acerca de esa gente mala su madre le dijo que eso no era para niños. Recurrió a su papá que dijo que de eso se ocupaba la policía, y le preguntó a su maestra que le contestó que para eso estaban los jueces. Pero cada día, en las noticias, veía que seguía habiendo gente mala, “equivocada”, le dijo su abuelita. Entonces Lucía pensó cómo podría corregirlas.

Para eso imaginó que ella se podía convertir en una súper niña, que se llamaría Luchita, el nombre de su bisabuela que todo lo sabía.

Así fue que cada noche imaginaba que visitaba a esa persona mala que salía en el noticiero y la convencía de que es mejor ser buena.

Una mañana escuchó que un hombre les había robado los útiles a los alumnos del colegio secundario que estaba frente a las vías del metro, así que esa noche se convirtió en Luchita, lo fue a buscar con su imaginación y lo amonestó con un gran sermón, y como el personaje prometió no volver a hacerlo, confiada se “convirtió” nuevamente en la pequeña Lucía y se durmió satisfecha.

Pero al día siguiente en el noticiero el noticiero mostraba la misma noticia, pues aun la policía no lograba atrapar al ladrón ni descubrir su identidad.

Esa noche se concentró nuevamente en ser Luchita y se dirigió imaginariamente portando un puntero en su mano, y le dio un sermón de aquellos mientras blandía el puntero de modo amenazante. Pero al día siguiente volvieron a difundir la misma noticia en el televisor durante el desayuno.

Lucía pensó que necesitaba una acción más directa. A la noche, después del besito cariñoso de su mamá se “transformó” en Súper Luchita, y esta vez armada con un látigo, y al encontrar al responsable de esos delitos de ratería, lo azotó unos minutos como si ella fuera un verdugo y él un prisionero de la edad media. Y ante la promesa del delincuente de no volver a hacerlo, ella volvió a su vida de Lucía y a dormir tranquila.

Al día siguiente otra vez la misma noticia, por lo que Lucía estalló en una crisis de llanto, diciendo que todo lo que ella le advirtió a ese malhechor no había servido de nada, ante la sorpresa de sus padres que no entendían nada. Y ante las preguntas de sus mayores les confesó de su transformación en Luchita y sus “viajes” a tratar de modificar la conducta de ese desconocido.

Sus padres se miraron consternados, pues descubrieron que no es saludable exponer a los niños a los noticieros.

Su madre le explicó que esas son fantasías que creamos con nuestros buenos deseos, y que además no hay que castigar físicamente a nadie ni con la imaginación. Y ante el intento de defenderse y defender a Luchita su mamá agregó: “En lugar de eso podrías haber cuidado la plantita que te dieron en el jardín y que se ha secado”.

Lucía corrió y comprobó que la bella suculenta de su macetita había muerto ahogada porque ella la había regado cada día y se puso a llorar. Su mamá le explicó lo sucedido, pero ella no quiso darse por vencida. No pensó más en Luchita, su otro yo como súper niña y se abocó a cuidar la ahora desierta macetita. Unos días después brotó allí un tímido yuyito que unas semanas después floreció con una hermosa florcita amarilla como el sol.

Cuando su mamá le preguntó si ya no pensaba en Luchita ella contestó que había muerto, que está enterrada en la macetita y que ahora es una florcita llamada Luchita.

 

                                                                              Marta - 2024



 

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