Dos vecinas confidentes
La señora Pichona entra al negocio de
quiniela que atiende la señora Juana.
¡Hola!
¿Cómo está, Pichona?
Y
mire, ¡Con este frío!
Bueno
–dijo Juana- por lo menos salió un ratito de la casa.
Y agregó: -¿Quiere que le controle las boletas,
y se las repita?
Usted
sabe, mi hermana se enojó porque no voy a visitarla -Comentó Pichona
como si no la hubiera escuchado.
Dígame
Pichona, ¿Le repito las boletas? - insistió Juana
Y
ayer fui al médico, ¡Me salvé de la mochila de oxigeno!
–agregó indiferente a la pregunta de su amiga.
Mire,
Pichona, ya le repetí todo igual. –agregó
la comerciante
Y
Pichona continuó sin preocuparse por lo que le decía su amiga: -Entonces me hicieron unas pruebas de
esfuerzo.
Pichona,
acá tiene un premio chico de siete pesos.
Bueno
señora, está bien, ¿Cuánto le debo?
Son
doce pesos, Pichona.
Y Pichona siguió con su monólogo -Mi hijo se enoja porque salgo y porque
gasto. ¡Y él es tan bueno! Gracias a Dios se fue la esposa de la casa, ¡no
sabe, señora, lo que era esa mujer! Los tenía locos a mi hijo y a mi nieto. Yo
ahora les hago la comida a los dos, antes no, me la pasaba en mi pieza y eso
que la casa es mía. Usted no sabe todo lo que he pasado con ella, pero ya estoy
más tranquila, y mi nieto también, ¡Pobrecito! ¡Es tan bueno!
Muy bien manejado el dialogo.
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