VIENTO BRUJO
Había una vez un pueblo muy lejano,
con pocos habitantes pero con muchísimos árboles. Esos árboles reponían sus
hojas permanentemente gracias a un viento fuerte, fuertísimo, que soplaba con
tanta energía que hacía doblar los árboles y arrasándole sus hojas; y así
soplando y soplando se llevaba también las hojas del piso.
Pero un día comenzó a llover. Llovió
y llovió incesantemente durante treinta días con sus treinta noches, sin cesar.
Las hojas se pusieron tan pesadas
con el agua en su superficie que comenzaron a caer y caer, y con sus variados
colores parecían papel picado, y el suelo, cual alfombra multicolor cambiaba
sus motivos a cada momento, pero ¿quién se llevaría esta vez las hojas del
piso, si el viento brujo no soplaba cuándo llovía?
Debieron llamar a todos los
barrenderos de las cercanías, quienes vistiendo sus trajes impermeables
juntaron todas las hojas del suelo.
Cuando cesó la lluvia, los árboles
rebrotaron pero en lugar de hojas nacían pajaritos multicolores. Eran tantos,
tantos, tantos, que esta vez era el cielo el que parecía una alfombra,
cambiando los motivos de su trama como tejido por manos angelicales.
Este cuento fue contado de padres a
hijos como si fuese una leyenda y hoy, cada vez que llueve en ese pueblo muy
lejano, sus habitantes miran al cielo e imaginan que se formará una alfombra
multicolor tejida por los ángeles.
Qué lindo!
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