lunes, 24 de agosto de 2020

 

 

¡A VOLAR!

 

Había una vez, en un tiempo que los números no existían (esto es raro).

Y había una pequeñita, tan pequeñita que ni siquiera con un microscopio podríamos verla, que quería volar. (Esto es más raro todavía)

Ya había probado de varias maneras, tomando gaseosa en cantidad, sin perder ni un poquito de gas, cerrando su boca con fuerza, poniéndose dos corchos en las orejas y un broche para la ropa en la nariz, para ver si flotaba tan siquiera un poquito, y no, no flotó.

También intentó atando la cola de un volantín a una de sus trencitas, mientras una amiguita hacía volar la cometa y otra soplaba y resoplaba para ayudar un poquito al viento… y nada.

Intentó también poniendo el ventilador de su abuelita ¡Que era enorme! A toda potencia, mientras ella se había atado de manos y pies a la cortina del baño, poniéndose de frente y cerrando los ojos esperando despegar… pero seguía con los pies en el suelo y mucho frío, porque era invierno, y los ventiladores se usan en verano.

Muy frustrada, se le ocurrió que tenía que hablar con quien más sabía del tema. Así que se sentó en el jardín de su casa y esperó. No tardó en llegar una mariposa muy oronda posándose de flor en flor, y en una de sus vueltas se posó en la nariz de la pequeña, que para poder verla tuvo que ponerse bizca, después de varios intentos para dejar de verla doble, le preguntó:

-Disculpen hermosas mariposas ¡perdón! Hermosa mariposa -esto le pasaba porque algunas veces  veía una y otras veía dos –me gustaría que me contasen ¿cómo puedo hacer para volar? Ya que veo, más o menos por la cercanía ¿vio? ¡Que ustedes lo hacen muy bien!

La mariposa la miró atentamente, con su patita delantera en la barbilla y el ceño fruncido por largo rato, tan largo que tomó una siesta mientras tanto, y cuando se decidió a hablar le dijo:

-¿Por qué no pruebas con ponerte antenas? ¡Veo con preocupación que tienes demasiado pelo y pocas antenas! – y sin más se fue a una flor con menos pelos y sin nariz.

La niña tomó cuidadosamente unas ramitas finitas, muy finitas, que habían quedado en un rincón después que un bicho palo había mudado sus patas traseras, aunque en realidad no sé si los bichos palo mudan sus patas, pero se le parecían bastante. Les puso dos pompones de colores que encontró en un costurero, las colocó con mucho cuidado en su frente y para que se quedaran quietitas les puso un poquito de miel que había quedado en el frasco con forma de osito, mientras su hermanita le dibujaba una gran flor en el medio del patio, con un montón de tizas de colores. Se sentó en el medio y esperó por si le venían ganas de volar; pasó una hora, dos, y pasaron muchas mariposas que la miraron con bastante curiosidad, pero no pasó nada.

-¡Me parece que era una mariposa mentirosa! –y pensó – mejor le pregunto al colibrí.

Descubrió uno en el otro extremo del jardín. Era medio mañoso, porque algunas flores le gustaban y otras no.

-Oiga señor colibrí, usted que sabe tanto y lo hace tan bien ¿Me podría enseñar a volar?

-¿Una niña tan grande y no sabe volar? ¡Wow! ¡Qué vergüenza! –dio media vuelta y se fue.

En eso venía caminando un pato marrueco, luciendo sus hermosos colores y un precioso bamboleo de su cola al caminar.

-¡Qué maleducado, cuac, el pajarito! ¿Quieres aprender a volar? Yo te enseño.

La pequeña no entraba en su ropa de alegría, que aunque era muy pequeña, su ropita era más pequeña aun.

-¿Cuándo empezamos? Preguntó ella.

-¡Ya mismo! – Dijo el pato haciendo mil posturas que la niña imitó al pie de la letra. Pero de repente salió de su pico un graznido estridente y con mucha frustración le dijo: -¡Es que tú no tienes pico! – y salió volando y rezongando.

En el instante en que la niña se iba a dar por vencida, vio en una revista una promoción de vuelos en avión a la Patagonia, y se dio cuenta que podía intentarlo comprando un boleto. Y se fue cómodamente en un avión sin antenas y sin pico.

Y colorín colorado este cuento aún no ha terminado.

Sella - 2018

 

 

 

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