viernes, 11 de septiembre de 2020

                            


                                                 Dulce de leche cortada

 

…Y mientras iba caminando por la vida me topé con un ángel que me convidó dulce de leche cortada.

 

A poquito más de mi media vida ha sido el dulce más delicioso que ha probado mi paladar, tanto que llegó endulzar mi espíritu. 

 

De un ángel bello y delicado.

 

Ya mi vida era dulce, pero les juro mis queridos amigos, que este ha sido el dulce perfecto, el dulce que no empalaga.

 

Ha sido  probar la miel pura del panal celestial.  Jamás olvidaré sus ojos y su sonrisa mientras pedía permiso a su mamá. Luego, entre saltitos y sonrisas,  consiguió una vasijita desgastada y una cuchara, con sus manos de niña de siete años  y su pequeña estatura hacían que estuviera en puntas de pie frente a una mesa queriendo servirme un pedacito de aquel delicioso dulce que ella, emocionada, compartía.

 

Agradecida tomé de sus manitas la vasija con el dulce angelical y continué mi camino.

 

Partí de su lado con el rostro de un enamorado.

 

¡Qué decir del resto del día sí caminaba entre las nubes!

 

La gente me observaba y sonreía, seguramente al mirarme también probaban ese rico dulce de leche porque, de seguro, por donde caminaba iba dejando el perfume a vainilla y limón.

 

Pero aún más mágico fue qué, volviendo por la misma huella, en un saltito volvió, me sonrió y me comentó: “Hoy estoy feliz pues voy a ver la nieve y la voy a ver con vos, en la nueva casa”.

 

Creo que Tu amor, Divina Madre, está en esas manifestaciones sencillas y chiquititas como ganchos que me sostienen a la vida, que me hacen reconocerla en la plenitud y simplicidad de un compartir.

 

                                                                                                        Luisa Rodríguez 

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