La llamarada
La tarde se presentaba silenciosa, la
constante cantinela de la mente parecía haberse desvanecido en el calor de
aquella tarde de verano. El corazón era en ese momento quien guiaba, y por ello
la mente solo estaba ahí, observando, acompañando, segura de que estaba
ocurriendo algo que no comprendía.
Hanna se puso la falda de color azul y
la blusa blanca que la hacían sentir tan cómoda. Todo ocurría como en cámara
lenta. Con pasos seguros se dirigió a la cita a la hora y lugar acordados.
El corazón latía con fuerza, como un
tambor de viejos recuerdos, quizás de otras vidas, que marcaba el ritmo de los
acontecimientos.
Llegó al lugar indicado y se encontró
con siete mujeres, ninguna de le ellas era ajena, aunque nunca las había visto.
Vio sus ojos brillantes y la sonrisa amable y sintió paz. Los ojos se le
llenaron de estrellas, reflejando el fuego que se encendía en su corazón.
Las mujeres estaban en una habitación en
la que había solo una mesa de madera redonda y ocho sillas, configurando el
mandala que encendería el quinqué del alma. Ya estaban todas las invitadas y
cerraron la puerta. Hanna y dos de ellas se quedaron paradas. Las otras cinco
tomaron asiento, atentamente y siempre sonriendo.
Una de las mujeres, la que parecía liderar
la reunión le dio un libro, abierto en una página y le indicó que leyera un
párrafo en voz alta… Respiró profundo y leyó esas palabras; el silencio se hizo
presente y la certeza se instaló en su alma.
Todo estaba por descubrirse, el inicio
de un largo camino estaba marcado por este primer paso. El abrazo del alma se
instaló y la acompañó durante toda su vida junto a esa sensación de haber
encontrado su lugar en el mundo.
Era parte ahora de ese grupo de almas,
se sentó a compartir un instante de su basta existencia.
Cada semana a partir de ese día tendría
ese lugar ocupado en su agenda. La intensidad del momento la acompañaría
siempre, como una luz que la guiaría en momentos de tanta oscuridad que
pasaría.
Ariadna -
2020
Que hermoso Ariadna, "casas mas, casas menos" igualita vivencia a la de Hanna. Gracias
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