martes, 29 de septiembre de 2020

 

            EL DESIERTO DE ATACAMA


Era una noche de cielo limpísimo,

las estrellas lucían como puntos brillantes

que se agolpaban en el cielo,

como puñados de diamantes.

 

¡Mágico cielo! Negro profundo, tan oscuro

que esos infinitos puntos parecían más cercanos,

como al alcance de la mano,

solo comparables a las noches

en casa de mis abuelos

cuando éramos pequeños

y podíamos tocar las estrellas con las manos…

 

Quería salirme de mí 

para alcanzarlos, tocarlos

y abrazar ese universo

que en ese momento lo era todo,

no deseaba nada más

que ese instante no terminara nunca…

 

Mi corazón latía fuerte,

como un tambor,

suave, pero que quería acallar

para perderme en el silencio

de esa inmensidad,

que a la vez ¡Gritaba de belleza!

 

 

Patricia - 2020

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