EL DESIERTO DE ATACAMA
Era una noche de cielo limpísimo,
las estrellas lucían como puntos brillantes
que se agolpaban en el cielo,
como puñados de diamantes.
¡Mágico cielo! Negro profundo, tan oscuro
que esos infinitos puntos parecían más cercanos,
como al alcance de la mano,
solo comparables a las noches
en casa de mis abuelos
cuando éramos pequeños
y podíamos tocar las estrellas con las manos…
Quería salirme de mí
para alcanzarlos, tocarlos
y abrazar ese universo
que en ese momento lo era todo,
no deseaba nada más
que ese instante no terminara nunca…
Mi corazón latía fuerte,
como un tambor,
suave, pero que quería acallar
para perderme en el silencio
de esa inmensidad,
que a la vez ¡Gritaba de belleza!
Patricia - 2020
Hermoso
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