martes, 10 de noviembre de 2020

 

Anécdota

 

            Cuando éramos chicas mi hermana y yo, casi siempre estábamos inventando juegos y buscando con qué entretenernos. Jugar afuera no era de mi preferencia pero a veces surgían juegos muy entretenidos.

Un día, cuando teníamos siete y cinco años, Agustina y yo decidimos jugar a la mancha con una soga. Quien era la mancha llevaba la soga agarrando los extremos uno con cada mano y, para manchar a la otra persona, tenía que atraparla con la soga. Corríamos por todo el patio y cuando una le pasaba la mancha a otra simplemente soltaba la soga y corría para no ser atrapada. 

            En cierto punto, en el que Agustina era mancha, yo corrí hacia una parte del jardín donde no hay pasto. Mi hermana me siguió y me atrapó,  la soga quedó en mi cintura. Yo queriendo zafarme seguí corriendo, y ella que no quería que me escapara siguió tirando. La soga se deslizó hasta mis pies, y como yo seguía corriendo, me tropecé. No sé si fue a causa de una piedra o con el piso mismo, pero me corté en la frente justo encima de la ceja derecha.

Fuimos adentro de la casa a mostrarle a mi mamá quien intentó lavar la herida. La sangre no cesaba, así que nos subimos al auto para ir al hospital. Mi mamá se sentó atrás con nosotros y al cerrar la puerta aplastó la mano de mi hermana. Como la casa ya estaba cerrada, mi hermana fue a pedirle hielo a la vecina. La vecina no tenía  hielo le dio una ricota congelada que se fue derritiendo durante el viaje al hospital. 

Al final, llegamos al hospital oliendo a ricota. Mi papá se quedó conmigo en la sala de urgencias. Tardaron un rato en atenderme ya que había mucha gente esperando, pero finalmente me cerraron la herida con puntos.

 

Carolina  Solsona - 2020 

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