LA DISTRACCIÓN
Dicen que cuando los
hijos son chicos los problemas son chicos y cuando los hijos son grandes, los
problemas son grandes. Crecen y creen que saben más que los padres. Y es ahí
donde comienzan los problemas.
Ocurrió un día que todo
me superó, y decidí irme a descansar. Necesitaba alejarme de ese escenario, así
que saqué pasaje y me fui a Córdoba. Allí busqué un hotel cerca de la capital
porque me cuesta ubicarme geográficamente.
Cuando me hube
instalado salí a caminar. Encontré unas librerías hermosas que me atraparon por
horas, y obvio, me llevé un libro. Seguí disfrutando de mi soledad y mis
silencios.
Busqué dónde almorzar,
y fue ahí que algo no me gustó. No me gustó sentirme sola frente a una mesa.
Terminé mi almuerzo, volví al hotel, traté de ver algo en la tele y no pude,
pues el sueño me venció.
Cuando desperté, y aun
con ese sentir en mi cabeza, salí a conocer otros lugares y regresé a la hora
de la cena. Y volví a sentir la misma sensación ¿Por qué tenía que estar sola,
si yo no vivía sola, estaban mis hijos, mi familia, mis amigos? Algo me hacía
mucho ruido y no me gustaba.
Hablé con una amiga de
Buenos Aires, le conté que estaba en Córdoba y tenía deseos de ir a visitarla,
siempre y cuando no le complicara su tiempo y su trabajo. Me dijo
inmediatamente que me esperaba.
Preparé mis cosas,
abandoné el hotel y me dirigí a la terminal. Pregunté a qué hora salía un
colectivo rumbo a Capital Federal y me informaron que el próximo viaje salía en
una hora. Así que saqué mi pasaje y me quedé allí a esperar.
Me senté justo frente a
la plataforma de donde saldría el colectivo, acomodé mi bolso bajo mis piernas,
la cartera detrás de mí para que me sirviera de apoyo y aquel libro que había
comprado me vino muy bien para entretenerme. Me puse a leer, tan concentrada
estaba que cuando pensé que ya había pasado mucho tiempo, miré hacia la
plataforma y vi un colectivo que retrocedía marcha atrás. Como pude tomé la
cartera y el bolso, más el libro, más el pasaje… y el coche se fue.
Desesperada pregunté al
señor que estaba dándole la salida si iba a la Capital Federal y me dijo que
sí. Con rabia le pedí que lo detuviera, que ese era mi viaje, pero nada pudo
hacer. Por culpa del libro perdí el colectivo.
Sentía rabia y me daba
risa. Llamé a mi amiga y le dije que llegaría mucho más tarde.
¡Hay Rosario, Rosario!
¡Por tu culpa perdí mi viaje! Rosario era la protagonista de la novela que
leía.
Una experiencia que
sirvió para reírme de mí misma, cosa que jamás había experimentado.
Autora no identificada. - 2011
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