martes, 15 de diciembre de 2020

 

LA DISTRACCIÓN

Dicen que cuando los hijos son chicos los problemas son chicos y cuando los hijos son grandes, los problemas son grandes. Crecen y creen que saben más que los padres. Y es ahí donde comienzan los problemas.

Ocurrió un día que todo me superó, y decidí irme a descansar. Necesitaba alejarme de ese escenario, así que saqué pasaje y me fui a Córdoba. Allí busqué un hotel cerca de la capital porque me cuesta ubicarme geográficamente.

Cuando me hube instalado salí a caminar. Encontré unas librerías hermosas que me atraparon por horas, y obvio, me llevé un libro. Seguí disfrutando de mi soledad y mis silencios.

Busqué dónde almorzar, y fue ahí que algo no me gustó. No me gustó sentirme sola frente a una mesa. Terminé mi almuerzo, volví al hotel, traté de ver algo en la tele y no pude, pues el sueño me venció.

Cuando desperté, y aun con ese sentir en mi cabeza, salí a conocer otros lugares y regresé a la hora de la cena. Y volví a sentir la misma sensación ¿Por qué tenía que estar sola, si yo no vivía sola, estaban mis hijos, mi familia, mis amigos? Algo me hacía mucho ruido y no me gustaba.

Hablé con una amiga de Buenos Aires, le conté que estaba en Córdoba y tenía deseos de ir a visitarla, siempre y cuando no le complicara su tiempo y su trabajo. Me dijo inmediatamente que me esperaba.

Preparé mis cosas, abandoné el hotel y me dirigí a la terminal. Pregunté a qué hora salía un colectivo rumbo a Capital Federal y me informaron que el próximo viaje salía en una hora. Así que saqué mi pasaje y me quedé allí a esperar.

Me senté justo frente a la plataforma de donde saldría el colectivo, acomodé mi bolso bajo mis piernas, la cartera detrás de mí para que me sirviera de apoyo y aquel libro que había comprado me vino muy bien para entretenerme. Me puse a leer, tan concentrada estaba que cuando pensé que ya había pasado mucho tiempo, miré hacia la plataforma y vi un colectivo que retrocedía marcha atrás. Como pude tomé la cartera y el bolso, más el libro, más el pasaje… y el coche se fue.

Desesperada pregunté al señor que estaba dándole la salida si iba a la Capital Federal y me dijo que sí. Con rabia le pedí que lo detuviera, que ese era mi viaje, pero nada pudo hacer. Por culpa del libro perdí el colectivo.

Sentía rabia y me daba risa. Llamé a mi amiga y le dije que llegaría mucho más tarde.

¡Hay Rosario, Rosario! ¡Por tu culpa perdí mi viaje! Rosario era la protagonista de la novela que leía.

Una experiencia que sirvió para reírme de mí misma, cosa que jamás había experimentado.

Autora no identificada. - 2011  

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