Noche en
el desierto
Como visitantes de otro mundo
presenciamos un ritual
ancestral,
dirigido por la “guardiana
del lugar”
que nos indicó formar un
círculo,
y nos contó sobre las
estrellas
y el Espíritu de la Tierra…
Mientras transcurría,
sentía que mis pies
se alargaban hacia el centro
del Planeta,
me descalcé para sentir
la suave arena de ese
desierto,
el más seco del planeta,
¡El desierto más desierto!
Con su potente energía me
llamaba
a sentirlo y a traspasar
más allá de mis pies,
hacia lo más profundo,
y a la vez,
lo más elevado del ser.
Quedé como un nexo
entre el cielo y la tierra
y toda esa energía pasando a
través de mí; todo era Uno…
En un lugar cercano
un añejo algarrobo
nos acompañaba en silencio,
con su estampa,
orgulloso, solo,
y de él pendían frutos,
como gotas dulces
su alimento, ofrendado, para que
pudiéramos tomarlos,
como dones,
en agradecimiento por nuestra
presencia…
Y me invadió una comprensión:
en ese instante fuimos
“dioses”
que aletargados,
habíamos sido convocados
a despertar maravillas.
Patricia Persia
2020
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