domingo, 14 de febrero de 2021

 

OBSERVADORA IMPARCIAL

            En ocasión de presentarse en Mendoza el cantante internacional Luis Miguel, participé de un concurso de preguntas de una emisora radial y gané dos entradas para verlo en vivo y un gran poster de color. A decir verdad había participado con la esperanza de ganar el segundo premio que consistía en un CD y un poster, pero obtuve el seguramente ansiado por muchas personas primer premio.

            Fui al concierto con mi hermana Vivi que era muy fanática desde su adolescencia; había mucha concurrencia de público, femenino en su gran mayoría. Apenas se presentó en el escenario las niñas y no tan niñas comenzaron a gritar tan fuerte que no se oía lo que decía el artista. Comenzó a cantar pero las féminas fanáticas cantaban más fuerte que él, que sonriendo ponía el micrófono hacia el público y movía la cabeza al ritmo de las canciones. Esto me molestó y me repetía mentalmente: “Cómo no obtuve  el CD, lo hubiese escuchado en casa, tranquila, y las veces que quisiera”. Yo quería disfrutar el espectáculo, oírlo cantar, pero sus fanáticas me lo impidieron.

            El premio incluía poder verlo detrás de bambalinas y obtener su autógrafo al finalizar el recital, pero me encontraba tan molesta que le dije a mi hermana que nos retiráramos antes de que terminara la función. Ella insistía en que aprovecháramos la posibilidad de verlo de cerca y nos diera su autógrafo, pero la persuadí aduciendo que no podríamos llegar hasta el lugar indicado con la cantidad de fanáticas que había y que peligrábamos de ser empujadas y hasta pisadas por ellas, y como buena hermana menor obedeció y nos retiramos bastante desencantadas, preguntándonos si esas señoras y señoritas pagaban una entrada para oírse cantar ellas mismas…

                                                                                                          Nélida - 2013

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