viernes, 11 de junio de 2021

 

LA ACEPTACIÓN Y EL DOLOR

¿Te has sentado alguna vez quietamente con los ojos

cerrados y has observado tu propio pensamiento?

Jiddu Krishnamurti

 

Mi padre se moría, él lo sabía, yo lo sabía, lo sabían los médicos, todos lo sabíamos, y eso me causaba un gran dolor.

Sus problemas de salud comenzaron en Febrero y finalizaron en Diciembre, cuando murió. No fue un gran padecimiento, sino un apagarse, como un cerrar de puertas y ventanas, que no careció de dolor físico que él llevó con gran entereza. Pero a mí no me sucedía lo mismo, cuando me preguntaban por su salud no podía evitar que mis ojos se anegaran y mi voz se enronqueciera. Una dolorosa despedida largamente anunciada.

Entonces, y casi invariablemente, mi interlocutor aconsejaba: “Tiene que aceptarlo” Yo aceptaba perfectamente lo que estaba sucediendo, su vida estaba llegando al final, tenía casi noventa años y no se podía esperar otra cosa, pero esa aceptación no quitaba el dolor de decir adiós a un ser querido a quien ya no volvería a ver, ni volveríamos a conversar, ni compartiríamos alegrías u tristezas.

Me sentía mal, además, por sentir ese dolor, pues parecía que se esperaba de mí que no demostrara nada, como si tal cambio no estuviera sucediendo en nuestras vidas, que aplicando mi voluntad bastaría mi decisión para controlar mis sentimientos.

Algunas personas bien intencionadas me aconsejaban que me distrajera, que no estuviera tan pendiente. la sociedad brinda una gran cantidad de oportunidades para tapar el dolor, desde drogas hasta distracciones muy variadas, lo que dista enormemente de dar aceptación. Negarlo, impedir que fluyera, no asumirlo en su momento no cambiaría los sucesos ni me transformaría mágicamente.

Toda pérdida produce un duelo, e ignorarlo equivale a taparlo, a depositarlo en un nivel fuera del alcance de la conciencia, donde difícilmente se quede para siempre. Tal vez aparezca en otro momento, ante otra pérdida, y la crisis tendrá una manifestación desmedida. Es posible llegar a creer que se puede prescindir del dolor.

La aceptación no es negación, no se llega a ella saltando etapas, sino a través de un proceso natural que hay que reconocer y dejar que fluya.

Necesité re-conocer y desactivar todas las ideas hechas y todas las teorías adquiridas para que mi propio ser pudiera asomarse.

Mi aceptación vino cuando logré reconocerlo como el sentimiento predominante y necesario en la etapa que estaba viviendo. Asumí  mi dolor en toda su dimensión, lo experimenté, conviví con él, le permití que existiera, que se manifestara, que madurara y ocupara su lugar.

 

                                                                             Asunción Ibáñez - 2003

 

1 comentario:

  1. El duelo es imprescindible para cerrar la herida. La pérdida de un ser querido no se puede curar de un dia para otro, lindo el relato.❤

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