NOVELA
Cansada, harta,
no sé cuánto rato me resistí sin que se notaran mis turbios sentimientos, Rhoda
por fin se había marchado con los platos, así que no tuve que controlar mi
rostro por más tiempo. Pero, pasados unos minutos me sentí mejor, el remolino
de mis pasiones se fue aquietando dentro de mí.
Rhoda tenía esa
habilidad, la de agitarme interiormente, pues nos conocíamos desde nuestra
adolescencia, ella como empleada al servicio de mi familia desde que ambas
teníamos diecisiete años. Siempre creí que ella tenía envidia de mí, pero la
realidad parecía ser otra; yo la envidiaba.
La posición de mi
familia me obligaba a ajustarme a normas sociales que detestaba y detesto, lo
que cuenta para mí pero no corre para ella. Los preceptos para una “señorita”
son anticuados y aburridos, y ella es joven, sociable y bella, y lo peor para
mí es tener que reconocer que es más feliz.
Y en ese momento,
cuando salió del comedor después de haber presenciado mi discusión con mis
padres, hubiese deseado tener algo a mano, como un libro o un zapato para
arrojárselo a la nuca, pero era un deseo que no podía cumplir.
Al menos espero que
no haya escuchado todo el tema que debatíamos en la mesa hoy, que si bien era
una discusión recurrente, no lográbamos evitarla.
Mis padres
querían hacerme entender que mi relación con Sebastián no era la más
aconsejable, ya que era hijo de campesinos aunque haya llegado a ser un buen
militar: además que desde pequeña mis padres y los padres de Walter, otros
ricos hacendados del distrito, habían pensado en la posibilidad de que una
unión entre ambas familias sería magnífica, y el nudo de esa unión sería una
boda.
Rhoda me hablaba
de que Walter solía invitarla a caminar en sus horas libres, y que le contaba
aventuras increíbles, como que él era un espía, mejor dicho doble agente, y que
si lo descubrían lo pagaría muy caro.
Creo que todas
esas cosas me las contaba ella para alterarme, pero la presión de esas
situaciones me ponían muy mal, aunque gracias a sus comentarios tendría
argumento para deshacerme de Walter, por lo que me propuse a investigar sobre
la veracidad de sus dichos.
Tenía un
escenario roto, pero aprendería a moverme en él.
Marta
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