Te dejo ir
porque te amo.
Justo de madrugada, al lado de tus amigos y como quién no
quiere pero lo intenta, te ayudé a sostener
la tapa de tu maleta, que por cierto, estaba vacía.
Jamás pensé que el hilo que une mi corazón con mi mente,
saliera por mi boca en forma de ondas amorosas para regalarte un “Hasta siempre”.
Hilos por dónde escurren gotas de transparencias saladas que
humedece las paredes del hogar que siempre será tuyo.
Entre esas paredes siempre se escuchará tu voz vibrante, tu
carcajada que atropella la muda tristeza. Pedacitos de lindos recuerdos
adornarán esas paredes.
La balanza se inclinó repentinamente, sin darle opción al
equilibrio.
¿Qué pasó? ¿Se apagó la luz? O cerré los ojos…
Oscuro y hondo silencio.
De repente un centellazo atravesó la casa.
¡Quemó!
Devastó.
Abro mis ojos en medio de la oscura madrugada.
Casi inmóvil espero que raye el sol.
Vislumbro en medio de hilos de humo el germen del trigo que
alimentará mi alma de aquí en adelante.
Camino hacia él con suma delicadeza, casi sin querer
tocarlo. Lo observo, lo detallo y sonrío.
¡Qué gran poder el del amor!
Quiera Dios pueda yo aprender a amarlo sin poseerlo, a disfrutar de su
existencia, esté cerca o lejos.
¡Vuela alto Ave cantora!
¡Simplemente desplegaste tus alas!
Luisa Rodríguez - 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario