Audaz
amanecer
El silencio de este amanecer es ensordecedor, pensé, ni bien
me apoyé en esa piedra ya harto conocida.
El agua más cristalina que nunca, fría como pocas veces,
parecía colarse en mi cuerpo. Extremadamente fría.
Y nadie. Nadie a mi alrededor. Pensé: ¡Es una maravillosa
mañana! El sol empezaba a calentar el aire, el viento se aplacaba.
Extrañaba a mi compañera. Algo rara su ausencia. Miré a mi
alrededor buscándola, pero no, no la veía.
Entonces divisé el vuelo rasante de una gaviota…elegante,
delgada, como salida de un cuento de hadas.
Yo acurrucado, echado sobre la piedra, sentía la soledad
encima, y empezaba a pesarme. Pero no quise, o no pude, dar rienda suelta a mi
tristeza. Entonces en un acto de arrojo y valentía abrí mis aún robustas alas
de cormorán y alcé vuelo.
Adriana Brescia
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