miércoles, 15 de diciembre de 2021

 

El personaje

 

               Cecilia

Cecilia era tan pequeña que muchos querían protegerla de todo mal, sin embargo, era casi imposible por tan movediza y alegre, todo lo transformaba poniéndole brillo y color a las cosas que había en la casa, todo servía: sillas, almohadones, cuadros, camas, se transformaban en  tren, avión, cohete o castillo; su imaginación era genial.

Tratando de modular las canciones de moda iba a veces a un pequeño restaurante a cantarle a las parejas que comían allí.

Su pelo negro, sus ojos oscuros y atentos, a los que no se les escapaba nada, podía distinguir fácilmente la expresión de cada persona y muchas veces percibir su dolor o enojo.

Los cuentos le llegaron desde muy pequeña diciendo –Papá, cuéntame un cuento- y siempre él explicaba que era el único que sabía, pero el placer de escucharlo y ese pequeño momento de estar juntos, era lo máximo.

Cuando se enfermaba, Cecilia pedía cuentos y más cuentos, y así su imaginación crecía en un mundo de hadas, princesas, magos y bosques encantados.

Un día le tocó ir a la escuela, y no fue lo que esperaba realmente, pues la directora que estaba en la puerta era una vieja bruja llena de granos y verrugas, con cara de enojada. La maestra, siempre seria y castigadora hacia volar los borradores de madera por los aires, y a veces a los chicos más grandes los hacía parar al lado del pizarrón, diciéndoles inútiles y vagos.

En una clase Cecilia se quedó después de hora por no haber estudiado la lección. Ahí vio como la larga mesa con sus bancos se iban quedando vacíos, los niños huían riendo del lugar; pero también venía la oscuridad, a medida que las luces de las bombillas se apagaban porque estaban en un sótano. Todo lo que decía para salvarse fue inútil, pero los gritos y lágrimas llegaron a oídos de su madre que la esperaba afuera. Ella no dijo nada, pero la abrazó, y besó con tanto cariño que todo quedó atrás.

Sin embargo, la bruja directora los amenazaba cada día diciendo que ella era domadora de niños y no dudaría ni un minuto en ponerles la cabeza bajo el agua fría si se portaban mal.

Una vez llegó una nenita pequeña como Cecilia, con trencitas, y al rato extrañó a su mamá y como lloraba la llevaron para adentro.

Reapareció antes de la salida con su carita de miedo, el pelo mojado y su respiración entrecortada. Cecilia fue la única que se acercó para abrazarla. La bruja la miró mal, nadie se movía, todos petrificados en sus asientos, ni un solo ruido. Afortunadamente entró su mamá y no quiero repetir todo lo que les dijo a las brujas, se fue para nunca más volver.

Gracias a Dios una vecina le recomendó a la mamá de Cecilia otra escuela cercana donde mandaba a su hija. Tenía que llevar guardapolvo blanco y eso era lindo.

Así fue que el día del comienzo la recibió una señora alta y morena, que dijo ser la vice-directora,  que se reía mucho y era muy simpática, y les pareció que esta escuela sería mejor. Cecilia hizo una prueba con muchas cuentas, problemas y oraciones y lo hizo todo bien, entró a tercer grado.

Cuando vio el salón con ventanas que daban al jardín y los pequeños pupitres donde iba a tener una compañera de banco, se le alegró el alma, todo era magnifico no hacía más que contarle a sus padres la maravilla de la escuela nueva donde no había que darse vuelta para mirar la pizarra.

Esa noche soñó que tenía un don para alegrar a los niños. Se transformó en maestra y fue llamada la profe de los cuentos con la promesa de que siempre los defendería.


                  Mirta Fernández – 2021

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