Sentido de
individualidad.
Cuando era niño creía ser un individuo único, distinto,
independiente. Cargado de sueños a realizar e imaginando caminos a recorrer.
La adolescencia le dio seguridad, fuerza, anhelos de
realización; sabía lo que quería y que no se detendría hasta encontrarlo, tenía
ese derecho.
Pero el tiempo, implacable, se encargaría de demostrarle
la fragilidad de sus derechos y sintió al mundo muy distinto.
La agotadora persecución de sus realizaciones, la
necesidad constante de elevar la mirada para no caer en la frustración, y lo
indefinido, el no saber qué ni cómo, en la incertidumbre, a la espera…
Buscando sentido ante cada fracaso… y ante cada triunfo.
Tratando de superar ese vacío de fondo que alimentaba las preguntas crecientes
¿Esta es la vida? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Existe Dios? ¿Dónde está?
Y se responde: El ser humano es muy frágil, y sus
derechos se reducen a uno: buscar la libertad que no está afuera.
Anónimo.
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