Vaivén
A las ocho, sólo a las
ocho, a las ocho…
…Repite el hombre sin cesar, yo lo observo mientras hamaco
mi niñez, desde este rincón de la plaza circular.
A las ocho, sólo a las
ocho, a las ocho- su voz se acerca y se aleja entre el vaivén rechinante.
Para mí es un juego el escucharlo ¿Y para él?
Harapiento y ausente, tal vez una rutina sin final, o una
cita, o un después. No hay respuesta.
Y sigue allí, solo en su mundo de un tiempo infinito, de un
tiempo sin tiempos.
A las ocho, sólo a las
ocho, a las ocho, sólo a las ocho…
Y yo sigo hamacando y hamacando mi niñez…, A las ocho, sólo a las ocho, a las ocho, a
las o…, lo susurro una y otra vez, …A
las ocho, sólo a las ocho, a las ocho…
Pero siento que ya son las diez.
Alicia Rita García
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