jueves, 24 de febrero de 2022

 



Calor y misterio.

 

Jueves 6: Calor, calor y calor. Pronóstico: calor. Temprano fui a la farmacia y al supermercado, compré lo esencial y en ambos lugares pagué con mi tarjeta de débito, que hay que presentar junto al documento nacional de identidad. De regreso, al ingresar al departamento priorizo atender el teléfono que sonaba insistente. Luego higienizar lo comprado y guardarlo.

 Domingo 9: Pronóstico de calor. Salí a caminar muy temprano para aprovechar el poco fresco que ofrecía el día. Busqué mi tarjeta de débito y mi DNI, y no lo encontré. A mi regreso comencé a buscarlos.

 Lunes 10: Encontré la tarjeta de débito, estaba sobre el escritorio ¿y el DNI? No estaba. Busqué desde temprano hasta entre las hojas de cada libro y cuaderno por si acaso. Corrí el mueble y miré detrás, saqué los cuatro cajones y revisé. Hice lo mismo con la mesita de luz.

 Martes 11: El pronóstico decía que llegaría a cuarenta grados. Seguí mi búsqueda minuciosa sin resultado. Se nubló y la temperatura se quedó cercana a los treinta y tres grados. Mi vecina me invitó a caminar para ejercitarnos un poco. Cuando pasábamos por el supermercado le pedí que me esperara afuera con su perrita y entré a preguntar si no habrían encontrado un DNI, y no. Igual en la farmacia. Cuando llegábamos a casa mi vecina me dio este consejo: “Pedile a San Antonio, le rezás un Padre Nuestro y dos Ave María y vas a ver que aparece tu documento.” Sonreí agradecida por su buena intensión y porque no tengo en mi repertorio de oraciones precisamente esas, así que le dije al despedirnos que “Ya que tenés buena relación con San Antonio pedilo vos”. Nos reímos y cada una a su casa.

 Miércoles 12, hoy: Desperté a las seis, aún mucho calor, con pronóstico de que superará dos o tres grados los cuarenta. Me senté en la cama y extendí mi mano hacia la mesita de luz buscando mi cepillo para el cabello, pero ahí, como si nada, estaba junto al velador mi DNI. Lo miré desconcertada, luego con una lupa, lo comparé con una fotocopia, me refresqué la cara, me lavé los ojos, y era real. En esos cuarenta centímetros cuadrados, junto al velador, en ese lugar que miré quinientas veces, estaba él: mi imprescindible DNI.

 

Asunción - 2022



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