viernes, 4 de marzo de 2022

 

Anécdota

 

Las palabras respiran vida.

 

Hace sesenta años, en un viaje a Buenos Aires, mi prima me condujo a una institución bancaria que funcionaba en un edificio antiguo, donde atendían al público en ventanillas con rejas, para realizar una operación.

Al parecer ella conocía al cajero, pues le preguntó cómo estaba y él, con cierta ironía le contestó: ¡Y, ya ves, aquí, enjaulado, prisionero! -Poniendo énfasis en la última palabra, en el momento que terminaba mi trámite y desocupaba el lugar y pasaba la siguiente persona, una señora que seguía en la fila, que miró asombrada al cajero mientras dejaba que unas lágrimas escaparan de sus ojos. Al extender su mano para su trámite quedó a la vista un tatuaje en su muñeca con el número del campo de concentración nazi.

Creo que nos fuimos en silencio, sin siquiera saludar.

 

                                                                       Asunción - 2021

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