sábado, 26 de marzo de 2022

 

Descripción

 

EL NACAR DE MI CORAZÒN.

 

Rodete blanco, cuya cabellera nacarina perdura en el recuerdo de mis mejores momentos de la infancia. Postura de matrona, con su delantal blanco (que se lo cambiaba todos los días) abría mis mañanas con el barullo en su gallinero.

Mi bisabuela, “La Eusebia”, así le decían los nietos. Decía que ella dejaría su impronta en mí (la primer bisnieta) ¿será?, por allí me veo reflejada en algún hábito medio ancestral.

Cada gallina tenía un nombre: la Colorada, la Prolífera, etc… me daba su bolsita con maíz y me levantaba en sus largos y fuertes brazos e inclinándome con cierto temor, desparramaba el alimento ante un cacareo infernal, ella me susurraba –“Dale mijita, dale que vos sos de las mías” -yo no entendía nada en ese momento.

Al desplazarse me parecía un monumento, su altura y firmeza despertaba en mí seguridad y admiración. Su placer era amasar en esas bateas grandes de madera, donde con sus manos dibujaba mi silueta en una masa dulce, luego me sentaba en sus firmes rodillas a saborear la leche con su muñequita amasada.

Algunas tardes se sentaba en la vereda alta, en su sillón preferido y, yo arrastrando mi pequeña silla acompasaba el vaivén de su sillón con el canto “Arroz con leche”. Pasaban vecinos, la saludaban y ella respondía con una sonrisa jocosa y luego me decía: “¿Decime mijita, quién es esa señora?”

Recuerdo que todas las tardes venían a visitarla distintos familiares, y eso me inquietaba, pero ella respondía: “Mijita, como soy la más antigua de la familia todos vienen a consultarme sus cosas”.

¡Un personaje “La Eusebia”! Cierto día tomé su escoba, la levanté como apuntándole y ella con su rostro benévolo, pero con mirada que denotaba autoridad, me dijo: “Mijita bajá eso que el diablo nunca duerme” La recuerdo y me florece y refresca el alma.

Con los años se acompañó de un bastón, y decía: “Mirá, me parece que este va a ser mi compañero inseparable”.

Cuando miro las Santa Rita florecidas la veo a ella; recogía sus flores, me sentaba en una silla y enredaba mis rulos con ellas.

El olor a pan horneado, los árboles frondosos, los geraneos, el delantal blanco, andar cansino pero firme, es “La Eusebia”.

Partió a los 104 años, pero permanece en la mejor estrella del cielo de mi corazón.

 

Cristina Maidana – 2022

 

Consigna: Sacudiendo el árbol genealógico.

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