viernes, 10 de junio de 2022

 

Remembranza

 

En el jardín de casa, crecen a capricho tres árboles de hojas lanceoladas, de un verde no tan verde y permanecen así todo el año, nos regalan unas flores amarillas tubulares donde se deleitan los colibríes.

En ese tiempo pasábamos por una cuarentena que se nos hacía interminable. En las tardes, luego del almuerzo, el consuelo familiar era bajar a calentarnos al sol, bajo los árboles.

Quizá el silencio del ambiente sin bocinas ni ruidos callejeros, hizo posible que diversos pajaritos estuvieran muy a gusto departiendo entre amigos, alborotando el silencio.

Se posesionó del jardín una parejita de colibríes y su cría, nos divertían con sus trinos y sus grescas con otras avecillas.

En momentos que yo recordaba a mi madre, ya que cuando ella vivía solía interpretar el canto diverso de los pájaros: cuando iba a llover, o si alguien nos visitaría ese día, si habría una sorpresa, etcétera.

Repentinamente un colibrí de un brillante color verde azulado se asomó sobre mi cabeza y bailó con intensidad y sin temor alguno en el aire, y me atrapó en su vuelo.

Sentí en ese instante al ángel de mi madre abrazándome con ternura.

 

Patricia Vasquez - 2022

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