Remembranza
En el jardín de casa, crecen a capricho tres árboles de
hojas lanceoladas, de un verde no tan verde y permanecen así todo el año, nos
regalan unas flores amarillas tubulares donde se deleitan los colibríes.
En ese tiempo pasábamos por una cuarentena que se nos hacía
interminable. En las tardes, luego del almuerzo, el consuelo familiar era bajar
a calentarnos al sol, bajo los árboles.
Quizá el silencio del ambiente sin bocinas ni ruidos
callejeros, hizo posible que diversos pajaritos estuvieran muy a gusto
departiendo entre amigos, alborotando el silencio.
Se posesionó del jardín una parejita de colibríes y su cría,
nos divertían con sus trinos y sus grescas con otras avecillas.
En momentos que yo recordaba a mi madre, ya que cuando ella
vivía solía interpretar el canto diverso de los pájaros: cuando iba a llover, o
si alguien nos visitaría ese día, si habría una sorpresa, etcétera.
Repentinamente un colibrí de un brillante color verde
azulado se asomó sobre mi cabeza y bailó con intensidad y sin temor alguno en
el aire, y me atrapó en su vuelo.
Sentí en ese instante al ángel de mi madre abrazándome con
ternura.
Patricia Vasquez - 2022
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