viernes, 15 de julio de 2022

 

Cuento

 

UNA LEYENDA

Había una vez una niña tan pequeñita, pero tan pequeñita que andaba a los saltitos por las calles para alcanzar a sus amigos que corrían y jugaban sin verla.

Una noche la niñita se sintió sola, pero muy sola. Se fue a su casa y empezó a llorar, y lloró y lloró tanto que sus lágrimas llegaron al suelo y empezaron a rodar hacia una puerta.

La puerta daba a la calle y la lágrima más grande pegó un salto y cayó en la vereda. Allí se quedó un momento pensando. El perfume del jacarandá la llenó toda; pero había otro perfume, otro olor más penetrante: era el mar, la lágrima, que acababa de nacer, no conocía el mar y como era muy curiosa empezó a girar sobre sí misma para quedar frente a ese aroma mezcla de sal, de peces, de altas olas.

Allá enfiló suavecito, reflejando una estrella que la miraba sorprendida. Un hombre la vio y, admirado, trató de atraparla. ¡Cómo te resbalas en mis manos!, pensó, la retuvo e intuyó que era una lágrima. ¿Qué historia tendrá guardada en su memoria de sal?

La mano blanda la sostuvo y la llevó más cerca del mar. Allí se resbaló, se perdió entre unas piedras en la oscuridad de una selva umbrosa.

¿Dónde estaba su estrella?, la que la cuidaba. Perdida entre las hierbas del polvoriento camino, puso empeño y siguió su instinto, su intuición de lágrima de dolor, y despacito siguió rodando hasta que llegó a la orilla del mar. El sonido que de allí venía la estremeció y tuvo miedo. Ahí sintió su soledad. Estaba oscuro. No llegaban las luces de la noche.

Su estrella la vio, porque las estrellas ven todo, y mandó un rayo de luz a la lágrima asustada. La luz la envolvió y esa gotita redonda de pena y de sal se convirtió en una estrella pequeñita que brillaba allá en el cielo.

 

Clara Molina - 2022

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