Descripción
Sueños de mi
infancia
Todos los niños tienen personajes que les gusta emular. Mi
favorito, a los nueve años, era “Tarzán el rey de la selva”. Admiraba y
envidiaba sus increíbles habilidades, que yo trataba de imitar.
Trepaba cuanto árbol cercano había. Trozos de soga, tiras de
trapos viejos y otros elementos hacía las veces de lianas que usaba para bajar
de alguna rama.
Mi inspiración era una novela que escuchaba todas las tardes
en la radio, que se llamaba “las aventuras de Tarzán” No teníamos televisión y
todo estaba librado a la imaginación.
Quería explorar, internándome en selvas peligrosas, que no
eran ni más ni menos que los pastizales del baldío cercano. Y enfrentarme con
fieras salvajes, pero solo aparecía algún perrito, o un gato o alguna
lagartija. Pero eso no frustraba mi aventura.
Mi hermano, un año menor que yo, era un buen compañero de
juegos mucho más osado y más hábil que yo. El único problema era que no podía
convencerlo que me dejara ser Tarzán de vez en cuando. Me resignaba a ser Jane
si quería seguir jugando.
Nuestro jardín, de un tamaño aceptable, era una buena
escenografía para las infantiles fantasías. Muchas noches de verano dormíamos
afuera. Era maravilloso contemplar las estrellas en aquellos cielos menos
contaminados. Mi hermano no le tenía miedo a nada. Pero yo, si escuchaba algún
ruido extraño o veía a alguna araña huía a buscar refugio en la casa.
Nuestra madre, tal vez por ser muy joven, era cómplice, nos
entendía y nos ayudaba. Muy habilidosa para trabajar la madera nos había
construido una carpa con estructura de madera cubierta con una loneta. También
nos ayudó a armar arcos y flechas.
Runcu, nuestro perro, pobre víctima, podía ser tanto un león
como un rinoceronte o, con bastante imaginación, la mona Chita. El problema era
que no lo podíamos subir al árbol.
No importaban los raspones ni las magulladuras porque nos
divertíamos mucho. El tiempo para el juego, siempre resultaba poco.
Protestábamos cada vez que nos obligaban a entrar.
De vez en cuando viene algún recuerdo a mi memoria de
aquella época feliz. En el fondo algo me queda de ese espíritu de aventura.
Nela Bodoc -
2022
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