Única
Lucía era una niña diferente. Su mamá le hacía hermosos
vestidos de organdí, adornados con cintas de raso brillantes, pero a ella le
encantaban los pantalones jardineros y las zapatillas de lona en lugar de los
brillantes zapatitos de charol que le compraba su mamá.
Había nacido con superpoderes, por ejemplo, cuando su
maestro planteaba un problema en la pizarra, ella no se podía quedar callada y
decía en voz alta y alegremente la respuesta, por lo que la enviaban castigada
a la dirección “por haber espiado los apuntes del maestro".
Le encantaba trepar árboles y paredes, no puestos de
privilegio y esas cosas, que nunca le interesaron. En los actos escolares todas
las niñas querían ser la princesa, ella quería ser el ratón.
De grande comenzó a usar sus “poderes especiales” que le
acarrearon muchos dolores de cabeza. Sabía cuando alguien mentía, y muchas
veces se lastimaba la legua al mordérsela por no gritar “mentiroso”, motivo por
el que no pudo vender autos usados ni entrar en política.
Así que llegó el día en que se propuso utilizar esos
extraños poderes, se esforzó y logró encausarlos de algún modo. Así pudo ayudar
a los enfermos, porque cuando alguien está enfermo se olvida de mentir, aunque
descubrió que hay mentirosos que no saben que mienten, que son los que se
mienten a sí mismos, los que le daban mucha pena, porque a los que mienten con
intención de ocultar le producen muchos enojos y no los soporta.
Ha comenzado a escuchar sus propios sueños, que le dicen
quién necesita ayuda urgente, o cuidado, o una sonrisa, o un guiño cómplice.
Pero en su vida encontró y necesitó deshacerse de truhanes,
estafadores y chantas.
Ahora tiene otra ilusión: escribe cuentos con otros
personajes como ella, y es feliz porque esos no mienten.
Asunción
- 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario