La princesa
Ileia y su ángel
Hace mucho tiempo, había un pequeño reino que había
desarrollado la agricultura y la ganadería tanto como la música y las artes en
un hermoso territorio protegido por las montañas y el clima frio. Su rey era
bueno e indulgente con todos y también era sabio, percibía que los tiempos
estaban cambiando así que no tardarían en llegar invasores, que poco
interesados en su progreso, los someterían con sufrimiento.
Había ideado para muchas familias un sistema de escape
oculto que se dirigía hacia los cuatro puntos cardinales y desaparecían al
simple ojo humano, pero los acercaría a otras ciudades linderas para
mimetizarse con los pobladores.
Su única hija era la princesa ILeia, que siempre fue formada
para gobernar con inteligencia como su padre. Para ella había diseñado un lugar
muy especial de escape desde el propio castillo. Era una ranura muy angosta al
costado de una puerta principal, que parecía un decorado, en la que podrían
pasar personas pequeñas y delgadas como su hija y sus dos ayudantes: Ana,
especializada en tiro al arco y Ale que manejaba la espada de doble filo.
Un día los extraños llegaron para investigar. El rey los
recibió afuera con comida para agasajarlos y se dio cuenta de su brutalidad
mezquina y su falta de conciencia. Cuando se marcharon preparó los escapes y él
se quedó para defender el castillo junto a sus guardias, su pequeño ejército y algunas
familias.
ILeia escapaba a través de los bosques rodeando montañas con
el firme propósito de volver a reagrupar los sobrevivientes y recuperar su
reino mucho más grande y con nuevos adeptos interesados en los descubrimientos
del famoso y amado rey.
En poco tiempo todo quedó desbastado; los intrusos quemaron
y mataron. ILeia se preguntaba dónde estaba Dios en ese momento, cómo pudo
permitirlo. Y esté mal que se regodee con el sufrimiento de víctimas inocentes.
La princesa ILeia seguía gritando y gimiendo mientras
corría- ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está mi ángel protector? – y
se paró allí, dolida desde su alma, enojada, abatida; estaba entrando en un
paraje diferente, tal vez gobernado por otros seres, por otros tiempos, donde
una vez más el ángel exclamó: -Estamos aquí, siempre aquí… llorando con ustedes.
Sabes que no te abandonaré.
La joven princesa no sabía que muchos seres soportarían
acontecimientos y preguntas similares en el transcurso de la historia, donde
muchos emperadores y reyes luchaban para poder convertirse en amos momentáneos de
una pequeña fracción de tierra. Las interminables crueldades cometidas para ser
dueños de una porción insignificante de algo en este espacio tiempo.
Una vez más la enseñanza llegó, ILeia contestó: -Yo no
volveré a defender ninguna de las partes, la justicia no es de esta tierra,
haré mi vida con todo el amor de que soy capaz y lo expandiré lo mejor posible,
pero ya no formaré parte de los que atacan o defienden. He decidido dejar que
se haga Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
Pensando en la vida eterna, en nuestro Creador Divino y en
el Don libre del amor inconmensurable que nos hará mejores personas y honrar la
vida cuando la vivamos para el bien común.
Algunas ideas
extraídas del escrito “Un punto azul pálido” de Carl Sagan.
Mirta
Fernández - 2022
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