Un objeto habla de mí.
Lapicera amiga
Ella parece coleccionar lapiceras. Tiene muchas guardadas
cada una en su estuche. Tiene, por ejemplo, varias lapiceras Parker que le
regalaron sus padres en distintas oportunidades: cumpleaños, inicio de clases,
cuando se graduó del secundario. Las más longevas eran con pluma común o de oro
al igual que su capuchón, esa fue la que correspondió al regalo a su egreso del
secundario. Se suponía que, como Perito Mercantil, tendría mucho que escribir.
Y así fue.
Esas lapiceras funcionaban con un cartucho, que se cambiaba
cuando la tinta fluida se agotaba, esta podría ser azul o negra y la pluma era
de trazo fino.
Ella tenía y tiene una letra muy prolija, redondeada y sus
escritos son bien claros, entendibles.
Luego con el paso del tiempo dio lugar a otros modelos,
hasta que aparecí yo. De la misma marca pero bolígrafo retráctil, tic-tac.
Conmigo inició su afición por la escritura. La acompañé en
su primer Taller de Escritura Creativa, hace varios años ya. Las dos
temblábamos. La acompañe y dibujé con ella, sobre la hoja en blanco su letra
cuidadosa, formando palabra tras palabra y enlazando el texto de un cuento
breve que nunca imaginó que iba a escribir. Cuanta emoción sentimos y que ganas
de seguir escribiendo y escribiendo… Historias que no conocía, creando
personajes que tampoco conocía. Qué maravilla eso de adentrarse en ese mundo
fantástico de la creación. Ella imaginaba y yo me dejaba llevar por su mano
suave, la comunión perfecta.
Un día, no sé por qué, dejó de escribir. Creo que ni ella lo
supo, pero así sucedió.
Tal vez en su mejor momento. Varios de sus cuentos y poesías
fueron publicados en antologías, algunos premiados y otros guardados para su
corrección y poder dar a luz en algún momento. Y yo, yo fui reservada en mi
estuche, acompañando a las otras que me antecedieron. Fuimos reemplazadas por
esas odiosas y modernas lapiceras de plástico ordinario que una vez que se
acaba su tubo con tinta se desechan, se desechan… ¡Cómo ha cambiado todo!
A pesar de no escribir, se podría decir, que mentalmente
ella lo hacía periódicamente, aunque no podía bajarlo de su mente a una hoja o
en su computadora.
Decía y dice que está un poco “oxidada”. Y un día, poco a
poco, como dejó de escribir comenzó a hacerlo lentamente. Sólo ella sabe cuánto
le costó incorporarse a un nuevo Taller.
Una vieja amiga le dio un empujón oportuno, facilitándole el
camino y aquí está, escribiendo otra vez.
Días atrás, arreglando un cajón, encontró los estuches que
nos contenían hace tanto tiempo, nos acarició y miró con ternura, como se mira
a un viejo amigo después que pasó el tiempo. Una luz de esperanza se encendió
en mí, tal vez y sólo tal vez digo, volvamos a compartir ese tiempo de volar y
crear nuevas historias para que algún lector pueda completar la obra del
escritor.
García,
Alicia Rita - Setiembre 2022
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